Un año más, llega el 25N, una de las fechas más señaladas para la lucha por los derechos de las mujeres. Y lo es, precisamente, porque se trata de reivindicar el más esencial, el derecho a la vida, a todas esas vidas que se perdieron por culpa de los más crueles verdugos, los maltratadores.

No obstante, todavía leo con espanto en más de un lugar que el 25 de noviembre “se celebra” el día contra la violencia de género. Y yo sigo preguntándome, un año más ¿Celebrar? ¿Cómo se puede llamar “celebración” a algo relacionado con asesinatos, violaciones y toda clase de vejaciones?

Desde luego, nada hay que celebrar al respecto. Sí, en todo caso, que conmemorar, que no es lo mismo. Y lo que se conmemora, en recuerdo de las hermanas Mirabal, tres jóvenes dominicanas asesinadas el 25 de noviembre de 1960 por orden del dictador Rafael Leónidas Trujillo, es la necesidad de visibilizar la violencia contra las mujeres como paso previo a su erradicación.

Lo bien cierto es que hace 21 años que se instituyó esta conmemoración, y seguimos sumando nombres año tras año en esa cifra de la vergüenza de mujeres asesinadas, violadas, golpeadas, humilladas o vejadas de cualquier modo por el simple hecho de ser mujeres. Y mientras así sea, nada hay que celebrar.

Ojalá llegue el día en que celebremos que la violencia de género ha acabado para siempre

Por eso sigue siendo necesario este día. Y ahora más que nunca, cuando incluso en las instituciones hay quienes se niegan a reconocer la magnitud de esta tragedia y ni siquiera son capaces de suscribir manifiestos en homenaje a las víctimas.

No obstante, no hay mejor homenaje a todas estas mujeres que seguir luchando día a día contra este horror cotidiano. No darle tregua, ni quitarle importancia. No podemos consentir que se nos congele el alma y ya no nos removamos ante las noticias de asesinatos, de violaciones, de palizas o de cualquier otro atentado contra las mujeres.

Recordemos las palabras de Minerva Mirabal, una de esas tres hermanas cuyo asesinato recuerda este día: “si me matan, sacaré los brazos de mi tumba y seré más fuerte”. No dejemos que su muerte, y tantas otras muertes, sean en balde.

Ojalá llegue el día en que el 25 de noviembre sea, por fin, un día de celebración. El día en que celebremos que la violencia de género ha acabado para siempre. En nuestras manos queda que ese deseo se quede solo en eso, o sea una verdadera posibilidad de futuro que podamos llegar a ver.