El Mundial de Qatar ha sido el torneo de la vergüenza. Ojalá pudiéramos creer las palabras de quienes se benefician de ello y realmente un país que está muy a la deriva en igualdad cambiara de paradigma después de haber acogido algo que va de otra cosa totalmente distinta. Pero no va a pasar, como no pasó en Sudáfrica, ni en Brasil, ni en Rusia.

En eso estamos todos de acuerdo y en que, una vez más, han sobrado muchas cosas, entre ella lo esperpéntico de ver al mejor jugador del mundo con una capa más propia de Hogwarts que de un terreno de juego.

Y ha sido lo de menos. Al final, como ocurrió en el campeonato que se celebró precisamente en Argentina -entonces bajo la dictadura de Videla- la cita mundialista ha sido utilizada como cortina de humo para la película de terror que supone vivir en un sitio que no puedes sentir casa.

Seguramente estas líneas sean contradictorias, y seguramente nadie debería haber jugado este Mundial, porque absolutamente nada está por encima de los derechos humanos. Con todo, por desgracia esto es lo que tenemos y Qatar ha sido la máxima expresión de lo que lleva tiempo ocurriendo.

¿Qué es el fútbol?

Pero el fútbol no es eso. Mucha gente insiste en que se trata de un negocio, y otra tanta pregunta cómo podemos ponernos así por "11 tíos que dan patadas a un balón". Y yo qué sé, pero eso es lo bonito de cualquier fe, que crees porque te aferras a algo hasta el punto de establecer incluso símiles con la vida misma. Así, quien es del Madrid cree que lo malo puede cambiar por poco tiempo que quede y quien es del Atleti se toma determinadas situaciones partido a partido, y así podríamos seguir uno por uno con todos los equipos del mundo.

El partido de este domingo ha roto el discurso fácil, que no por ello sin razón, de que es una exageración ponerse así por lo que pueda hacer una pelota que da vueltas, a veces sin control. Para muchos es una forma de vivir, para otros una tradición. Pero es posible -y sin desmerecer a otros deportes que, dicho sea de paso, requieren mucho más esfuerzo y obtienen muchos menos resultados- que el deporte rey sea tal por lo que es capaz de transmitir.

Porque solamente el fútbol puede mantener unido a un país entero, independientemente de todo lo demás. Solamente el fútbol sirve de excusa para invitar a tu mejor amigo a casa y que durante 90 minutos seáis adversarios, que nunca enemigos. Porque puede pasar que tu pareja y tú seáis las personas que mejor os entendéis del mundo menos en una cosa: el equipo. De hecho, dicen que la sensación que sientes con un gol de tu club es similar al que sientes cuando estás enamorado.

¿Y por qué no? ¿Y qué si el estado de unos cuantos millones de personas ha dependido durante una tarde de un señor bajito al que llaman Dios? Saben lo que hay detrás, pero dejen que sean felices. Uno, precisamente porque conocen eso, y dos, porque no creo que quien acostumbre a reducir la pasión carezca de una: un cantante, una actriz... Tanto da. Tan válido es llorar en un concierto o por el final de una película como por un gol en el descuento. Desde luego, Argentina y Francia han dado motivos para así seguir defendiéndolo.