El escritor Lawrence Osborne tiene tendencia a poner a sus personajes en bretes, los enfrenta a dilemas morales que no se esperaban. En Perversas criaturas (Ed. Gatopardo) el escenario es la isla griega de Hydra, que también le resultó inspiradora a Leonard Cohen, pues tuvo una casa allí y fue donde conoció a la Marianne de su famosa canción.

La historia de Osborne es, a la vez, actual y atemporal: una persona siria refugiada, Faoud, ha llegado a la costa de la isla y se ha convertido en un objeto de curiosidad, un rostro que poner a una causa solidaria, alguien exótico a los ojos de una joven turista de verano. Como en la película de Luca Guadagnino A Bigger Splash, esos turistas son ricos y mimados, y su actitud frente a la persona en situación de asilo puede proporcionarles una motivación para practicar la solidaridad, pero también una coartada. Esto es una novela de Osborne, así que el destino unirá a la gente para sumergirla en lo que puede convertirse en la mayor pesadilla de sus vidas.

Los personajes principales de la novela son Naomi Codrington, despedida de su bufete de abogados de Londres porque obtuvo pruebas para demostrar la inocencia del dueño de un restaurante turco por un cargo de agresión, y la estadounidense Samantha Haldane, amiga de la primera. Naomi puede ayudar a Faoud; pero también puede ayudarse a sí misma. La palabra libertad tiene significados diferentes para cada uno de ellos, aunque resulte igualmente valiosa. Hay algo de Patricia Highsmith en esta novela. De Tom Ripley y de Extraños en un tren. Perversas criaturas se convierte en una irónica mirada a las ideologías buenistas que incurren en hipocresías y hasta esconden intenciones oscuras.

Osborne, nacido en Gran Bretaña, ha sido corresponsal en muchos países. Es un gran constructor de thrillers y de personajes que, creyéndose libres, se descubren en las garras de algo mucho más allá de su imaginación.