El colectivo Teatro Urgente regresa a las tablas madrileñas este mes de marzo para presentar su cuarta producción. La mujer buena, dirigida por Ernesto Caballero, con dramaturgia de Karina Garantivá, podrá verse en el Teatro Quique San Francisco del 18 de marzo al 17 de abril. Se trata de un espectáculo que saca a escena diferentes arquetipos femeninos que huyen del rol que se les ha asignado y se arrojan a la conquista de una incierta libertad. Hablamos con Garantivá.

¿En qué ha cambiado el colectivo Teatro Urgente desde su primera producción hasta esta?
La aportación de profesionales como Javier Gomá, Juan Mayorga o Fernanda Orazi nos ha enriquecido en la dramaturgia y en lo escénico; los fuertes cambios sociales y económicos nos han fortalecido como grupo humano. Cada vez vamos más a lo esencial con proyectos que nos apasionan y nos permiten seguir dialogando con el público, aunque eso suponga ir a contracorriente del star sistem y otras tendencias ultraliberales que impiden que el teatro se desarrolle en toda su potencia.

En la primera pieza, una mujer examina su tendencia a dramatizar como expresión tragicómica de un daño existencial. ¿Se trata de un comportamiento habitual en la mujer y socialmente aprendido?
La tendencia a dramatizar que describe Teresa Arsuaga es común a hombres y mujeres porque es el reflejo de ese sentimiento de insignificancia que a veces nos acompaña: un daño existencial que a veces nos lleva a buscar culpables de nuestra frustración. El personaje de la obra se ve atrapado en su hogar, cuidando de su familia y sintiendo que no puede desarrollarse profesionalmente como habría deseado; ese es su "drama", un drama cotidiano y a la vez complejo porque está en el centro de nuestra vida, todos nacemos de una madre y vivimos gracias al sacrificio que supone la maternidad.

En la segunda pieza, dos actrices que están a punto de estrenar un representan diferentes arquetipos (la madre, la artista), y juegan a destruir, a través del lenguaje, el mito de la mujer buena. ¿Cómo describe ese mito?
El mito de la mujer buena consiste en atribuir a la mujer virtudes por el solo hecho de ser mujer, una exaltación de la feminidad sin fundamentos y que, en ocasiones, resulta infantil. ¿Desde cuándo un azar biológico en el que no interviene la voluntad es un mérito?

¿Qué cosas positivas y qué cosas negativas ha aportado el feminismo actual?
La aportación del feminismo difícilmente se puede resumir en unas pocas líneas, hay que comprender su importancia histórica. Yo nací ya en los 80 y no tuve que pedir permiso para estudiar, viajar o para abrir una cuenta en el banco, esto se lo debo, sin duda, al movimiento feminista.  El problema surge cuando el feminismo se utiliza como una forma de acceso al poder, cuando se intenta convencer a mujeres que no son víctimas, de que lo son, cuando se intenta obtener una ventaja política a través del discurso del miedo. El error más grave de algunas feministas en este momento es que no se atreven a hablar en singular, quieren representarnos a todas las mujeres y eso, además de imposible es totalitario. Cada mujer es una persona concreta y eso significa responsabilidad individual, no se trata sólo de reclamar libertades, sino también de asumir responsabilidades.