“¿Dónde empiezan los derechos humanos universales? En pequeños lugares, cerca de casa; en lugares tan próximos y tan pequeños que no aparecen en ningún mapa. Si esos derechos no significan nada en estos lugares, tampoco significan nada en ninguna otra parte. Sin una acción ciudadana coordinada para defenderlos, nuestra voluntad de progreso será en vano".

Así definió Eleanor Roosevelt, escritora y política estadounidense, los Derechos Humanos. Era el 10 de diciembre de 1948 en París, y bajo su presidencia, se aprobaba en la Asamblea General de las Naciones Unidas, como un ideal común por el que todos los pueblos y naciones debían esforzarse, el documento que recogía la Declaración Universal de Derechos Humanos, tras el tremendo impacto de la Segunda Guerra Mundial. Elaboraron la  Declaración,  que integran 30 artículos, representantes de todas las regiones del mundo con distintos antecedentes jurídicos y culturales.

La Declaración constituye el marco de referencia al que deberían ajustarse las leyes y la acción política en todos los países. “Los derechos humanos son derechos que tenemos todas las personas por el mero hecho de existir”, explica Amnistía Internacional en su página web. “Respetarlos permite crear las condiciones indispensables para que los seres humanos vivamos dignamente en un entorno de libertad, justicia y paz”. Entre ellos, “el derecho a la vida, a la libertad de expresión y de conciencia, a la educación, a la vivienda, a la participación política o de acceso a la información”.

El gran logro de esta declaración es que se aceptó como universal y, a partir de ella, se han sucedido nuevos acuerdos como el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (PIDCP), la Carta Social Europea (CSE) o la Carta Africana sobre Derechos Humanos y de los Pueblos (CAFDH).

En el informe anual de Amnistía Internacional (.PDF) sobre el estado de los Derechos Humanos en el mundo, la organización destaca este 2018 a las mujeres, porque, considera, se han erigido a lo largo de 2018 en la vanguardia de la lucha por los derechos humanos, impulsadas por su voluntad de resistencia a las numerosas injusticias de las que siguen siendo objeto en todo el mundo, que repasa su doble condición de víctimas y luchadoras por la igualdad.

Así, Amnistía Internacional recuerda el activismo en Arabia Saudí, donde las mujeres han logrado que se les permita conducir, o la lucha por la despenalización del aborto en Argentina, pese a que el Senado acabó rechazando la iniciativa. También destaca cómo Bulgaria, país miembro de la Unión Europea, ha decidido no ratificar el Convenio de Estambul, "un tratado europeo para prevenir y combatir la violencia en el ámbito familiar y la violencia contra las mujeres, después de que su Tribunal Constitucional lo declarase 'inconstitucional'".

Además, la organización reclama que los gobiernos se comprometan de manera más activa con los derechos de las mujeres, y garanticen "que no sufren discriminación ni violencia". Recuerda que "la Convención sobre la Mujer es el segundo tratado de derechos humanos más ratificado, con 189 Estados partes. Pero los gobiernos deben dejar de apoyar los derechos de las mujeres sólo de palabra".