Llega el verano, y con él, para muchos, la temporada de rascarse sin tregua las picaduras de mosquitos, aunque la ONU ha posicionado a estos animales en la cúspide del riesgo de extinción. ¿Por qué a mí? No todos les resultamos un imán, al parecer estos pequeños vampiros también tienen sus preferencias.

Lo primero es encontrarnos, y la química es la respuesta, porque nuestro propio aliento nos delata: los mosquitos dependen del dióxido de carbono para encontrar a sus anfitriones, y al exhalar, el dióxido de carbono de nuestros pulmones no se mezcla inmediatamente con el aire, permanece en unas pequeñas nubes que contienen ácido láctico, en cantidad variable según la dieta y el ejercicio físico (e incluso ser una persona alta o una mujer mujeres embarazada, casos en los que se exhala en mayor cantidad). Ellos detectan ese ácido. 

Una vez nos tienen localizados, viene la selección de personal al que picar. Y el abanico de posibilidades es tan amplio como ese con el que nos danmos aire en la playa. Un estudio de la Universidad de Florida ha revelado que prefieren a quienes más transpiran (atención deportistas) y a los que visten de negro y rojo. Y de acuerdo con un estudio de la Universidad Médica y Farmacéutica de Toyama, también es determinante para figurar en su menú nuestro grupo sanguíneo, que detectan gracias a órganos muy sensibles a las sustancias químicas que transpiramos: prefieren aterrizar sobre personas del tipo '0'. La temperatura de la piel y la presencia de vapor de agua también podrían hacernos focos de mosquitos, e incluso la mayor diversidad de microbios en la piel, porque tienden a tener menos picaduras de mosquitos quienes menos microbios acumulan. Entre lo más exótico y coyuntural, está el motivo que revela la revista Journal of the American Mosquito Control Association, que señala a los cerveceros como grupo de riesgo: parece que a los mosquitos les va la marcha, y tras beber una cerveza aumenta la probabilidad de que nos hinquen el diente.

Hay trucos para darles esquinazo, claro que sí. Por supuesto, las cremas y repelentes de farmacia, o algo más fuerte si se sufren alergias. Pero incluso la higiene personal puede darnos algunas claves. Por ejemplo, mantener los pies a raya de cuidados, porque, según el entomólogo Bart Knols, presidente del consejo asesor de la Fundación de la Malaria en Holanda, el olor de pies es tan irresistible para los mosquitos como para nosotros un buen banquete de queso francés. Y Knols lo descubrió cuando se sentó en un laboratorio en ropa interior para averiguar qué partes del cuerpo están en la diana de los ataques de los insectos.