La ONG Oxfam acaba de publicar el informe Rompiendo Moldes, y el resultado es desolador. Ha analizado a jóvenes de 15 a 25 años en más de 4.000 encuestas a personas de áreas urbanas y con estudios medios y universitarios de ocho países de América Latina: Bolivia, Colombia, Cuba, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua y República Dominicana. Más del 80% señala que ellos pueden tener relaciones sexuales con quien quieran, pero ellas no.

EL estudio ha detectado que este estrato de jóvenes perpetúa, en sus relaciones, desigualdades y comportamientos patriarcales, y justifica o normaliza situaciones de violencia machista, como “controlar la forma de vestir de la pareja  y los mensajes en el móvil, censurar sus fotos en las redes sociales o exigir su ubicación y contraseñas personales”.

Hablando en cifras, seis de cada diez hombres de 15 a 19 años encuestados por Oxfam piensan que “celar” es una demostración de amor. El 65 por ciento de ellos piensa que cuando una mujer dice “no” a una relación sexual, en realidad quiere decir “sí”. Siete de cada 10 cree que la responsabilidad de ser manoseadas o acorraladas es de las mujeres por la ropa que usan.

Por otro lado, el 56 por ciento de los hombres y el 48 por ciento de las mujeres de entre 20 y 25 años afirma conocer casos de violencia que han sufrido sus amigas en los últimos doce meses, lo que “muestra la alta prevalencia de esta problemática entre la población joven”, explica la organización. Además, “la amenaza de muerte como una de las causas por las cuales una mujer no abandona una relación violenta es alarmante: seis de cada diez mujeres y hombres jóvenes creen que las mujeres no salen de las relaciones de pareja violentas porque el hombre amenaza con matarlas”, mientras que cinco de cada diez creen que las mujeres consideran que la violencia que sufren es “normal”.

La normalización de la violencia llega a tal punto que el 86 por ciento de las y los jóvenes no intervendría si un amigo le pega a su novia; es más, el 25 por ciento considera que sus amistades no intervendrían si la agresión ocurre en un espacio público, como puede ser la calle, el parque o las discotecas.

La situación de Nicaragua es particularmente alarmante: cuatro de cada diez jóvenes varones de la muestra saben que un amigo le pega a su novia. En República Dominicana, tres de cada diez jóvenes señalan que sus amigos golpean a sus parejas mujeres, según datos revelados en este informe.

Así, si bien es cierto que el 84 por ciento de mujeres y hombres jóvenes encuestados cree que la violencia contra las mujeres es producto de las desigualdades, no piensa  que solucionar el problema esté dentro de su ámbito de actuación, y el 67 por ciento cree que la disminución de las consecuencias del machismo es responsabilidad de los Estados.

Además, es muy alto el porcentaje que niega la capacidad de decisión de las mujeres sobre su propio cuerpo: el 72 por ciento de mujeres y hombres entre 15 y 25 años creen que es incorrecto que una mujer interrumpa un embarazo no deseado.  Asimismo, según la encuesta, el 77 por ciento de las mujeres y hombres jóvenes están de acuerdo con  que todas las mujeres deberían ser madres. En Bolivia, por ejemplo, encontramos que el 61% de los hombres entre 20 y 25 años cree que cuando una mujer sale a trabajar, las hijas e hijos sufren abandono.

Según datos de Oxfam, en América Latina y el Caribe, se asesinó a 1.831 mujeres en 2016, y tres de cada diez han sido víctimas de violencia machista a  lo largo de su vida. Con todo, la organización valora que la región ha conseguido un “importante avance legislativo” desde la década de los noventa. Los países de la región han adoptado leyes nacionales para la protección de víctimas de violencia machista, actualmente dieciséis países latinoamericanos y caribeños cuentan con leyes con este tipo de normativa, y quince han avanzado en tipificar el feminicidio/femicidio en sus legislaciones. No obstante, advierte que “el avance legislativo es un paso importante, pero las brechas en la implementación refuerzan la impunidad social y jurídica en la erradicación de las violencias contra mujeres y niñas”. Así, “sin un presupuesto adecuado ni los mecanismos efectivos para la prevención, atención y sanción es muy difícil disminuir la violencia contra las mujeres”.