El abaratamiento y la mejora de los medios de transporte nos han convertido en una sociedad viajera. Solo tienes que abrir tus redes sociales para ver a varios de tus amigos viajan en este mismo momento. Visitando países diferentes, subidos a un avión. Y quizá tú mismo estás pensando en hacer un viaje. Otro.

Una mariposa no tan frágil

Pero por más que nos empeñemos, tenemos mucho que aprender de los animales. De animales de todos los tamaños y tipos. Criaturas que viajan miles de kilómetros del tirón solo para encontrar comida y mejores climas. O para reproducirse y dar a luz. Una de las migraciones más sorprendentes la protagoniza cada año un pequeño insecto. La mariposa monarca viaja cada año más de 3.000 kilómetros: millones de ejemplares se desplazan desde el sur de Canadá, donde eclosionan de sus pupas, hasta México entre los meses de agosto a octubre. Allí hiberna hasta la primavera, cuando emprende el trayecto de vuelta. Los patrones que llevan a una generación atrás otra a viajar de unos sitios a otros, siempre los mismos, son todavía un misterio. Una distancia similar recorre el caribou. Desde el norte de Canadá hasta el centro de Estados Unidos, el viaje de este mamífero es el trayecto de mayor distancia que realiza un animal terrestre.

Aves campeonas

Pero nada comparable a los 10.000 kilómetros que recorre una especie de libélula. Este frágil insecto cubre la distancia que separa el sureste de África con el sur de India. En viaje de ida y vuelta. Algo más, 11.000 kilómetros son los que surca la ballena jorobada. En busca de aguas ricas en nutrientes va desde el océano Antártico hasta Costa Rica en paralelo a la costa de America del Sur. Pero no es el animal marino más viajero, pues el gran tiburón banco puede llegar a recorrer 13.000 kilómetros desde Australia hasta Sudáfrica y vuelta. Pero ninguno se puede comparar con las aves. La pardela negra, un ave marina, puede llegar a viajar 40.000 kilómetros prácticamente sin descanso recorriendo todo el océano Pacífico. Y el récord corresponde al charrán atlético, que puede llegar a cubrir distancias de 44.000 kilómetros desde el Polo Norte al Polo Sur y regreso. Una auténtica vuelta al mundo.