La ONG ecologista Greenpeace ha considerado la decisión "lamentable y peligrosa" en unas declaraciones a la Agencia EFE de Pilar Marcos, bióloga y coordinadora del área de biodiversidad de Greenpeace España. Japón ha anunciado que abandona la Comisión Ballenera Internacional (CBI), a la que se había adherido en los años 50, para reanudar la caza de estos cetáceos a partir de julio de 2019 en sus aguas territoriales y en zonas económicas exclusivas, que se extienden a 320 kilómetros alrededor de las costas del país. Sí ha asegurado el jefe de Gabinete japonés, Yoshihide Suga, que Japón ya no realizará sus muy criticadas expediciones anuales a los océanos Antártico y Pacífico noroeste.

Ya en septiembre de 2018, Japón propuso a la CBI revisar la gestión de los diferentes tipos de pesca con el objetivo de reanudar la caza de ballenas con fines comerciales, pero la propuesta se rechazó por 41 votos contra 27. El Gobierno nipón amenazó entonces con abandonar la instancia internacional.

En realidad, Japón nunca ha abandonado del todo la caza de ballenas, práctica que en el país se remonta al siglo XII y fue fundamental para la alimentación de sus ciudadanos al término de la Segunda Guerra Mundial, cuando la escasez de alimentos hizo de la carne de una importante fuente de proteínas. Funcionarios de pesca del país han reconocido que el país consume cada año miles de toneladas de carne de ballena obtenida en las cacerías ‘con fines científicos’.

Japón suscribió la moratoria que impuso la CBI a la caza comercial de ballenas en la década de 1980, medida que tenía como fin procurar la investigación y conservación de estos cetáceos, pero inmediatamente adoptó lo que el gobierno de Tokio denominó "caza con fines de investigación". Un programa muy polémico y criticado incluso por la ONU, que en 2014 le pidió al país que lo paralizara al considerarlo una fachada para la caza comercial, y si bien Japón lo suspendió aquel año, lo retomó en 2015, y actualmente caza unas 600 ballenas al año en el océano Austral y en el norte del Pacífico.

Ahora, argumenta el gobierno nipón, la población se ha recuperado lo suficiente como para reanudar la caza comercial. Por ahora, se desconoce qué cuotas de caza establecerá, pero podrían, a juicio de Greenpeace, dificultar el estudio de las ballenas, “de las que se sabe muy poco al vivir en mar abierta”. Además, se puede producir un “efecto de bola de nieve sobre los países que las han cazado históricamente, como Noruega e Islandia”, ha advertido Pilar Marcos.

Greenpeace pide ahora que “los países más conservacionistas, como Australia, Estados Unidos o los integrantes de la UE, denuncien al Tribunal de Justicia Internacional estas prácticas” y, sobre todo, que vigilen las actividades pesqueras japonesas. Por su parte, el Gobierno de Australia, un crítico habitual con las políticas balleneras de Japón, ya ha señalado en un comunicado que está "extremadamente decepcionado" con la decisión de Japón de retirarse de la CBI.