Se apaga la luz de las bombillas halógenas. A partir del próximo 1 de septiembre, dejarán de comercializarse, con la excepción de aquellas que los establecimientos tengan como excedente o de las que no cuenten con una tecnología alternativa que las sustituya, como las pequeñas lámparas que se usan para la nevera o en el horno.

Culmina, así, la normativa europea que viene aplicándose progresivamente desde 2012, y que obligó a que 2012 fueran las bombillas incandescentes las que se extinguieran del mercado, y en 2016, los focos halógenos. El objetivo es reducir las emisiones contaminantes a la atmósfera y contribuir a reducir al máximo la cantidad de electricidad que se consume cada vez que pulsamos un interruptor, y serán las bombillas LED las que reemplacen a sus hermanas halógenas. El consumidor español lleva tiempo inclinándose por ella, dos tercios de la población, según un estudio realizado por Ledvance, compra, a día de hoy, bombillas o productos de tecnología Led.

Este tipo de bombilla lleva años integrándose en la industria como una innovación tecnológica que abarata el coste de las halógenas, ya que, aunque éstas tengan un PVP más bajo en tienda, las LED tienen una duración de entre 15 y 20 años de uso, muy superior a la habitual en las primeras. Permiten, así abaratar también la factura eléctrica de sus usuarios. Así, según la ONG European Enviroment Bureau, comprar y utilizar un LED durante 10 años en España cuesta 21,59 euros, frente a los 155,97 euros que supone optar en ese mismo periodo por una bombilla halógena.

Según calculó la propia Comisión Europea, con esta medida se logrará ahorrar 40.000 millones de kilovatios hora para 2020, lo que equivale más o menos a la demanda energética de once millones de hogares.