Ya va camino del sol. Julio Verne no daría crédito con la sonda europea Solar Orbiter, que el pasado lunes, tres minutos después de las once de la noche en Florida (04.03 GMT), despegaba en la icónica base de Cabo Cañaveral, a bordo del cohete Atlas V. Entre sus planes está tomar las primeras imágenes de las regiones polares del Astro Rey, y estudiar su comportamiento y sus efectos en la Tierra.
Será pionera en ello, e intentará dar respuesta a cómo se crea la heliosfera -la burbuja magnetizada que envuelve el Sistema Solar- y cómo surge y se acelerar el viento solar -una corriente de partículas energéticas, esencialmente protones y electrones-. Además buscará la respuesta a cuál es el origen del campo magnético, responsable de la actividad del sol y cuyo funcionamiento se desconoce, y cómo influye en la meteorología que afecta a la Tierra.
No llegará a pisar el caluroso Lorenzo, por supuesto. Pero Solar Orbiter, una misión de la ESA con colaboración de la NASA, estará muy cerca, como para tostarse: a 42 kilómetros, todo lo que permite la tecnología antes de que se dañen sus telescopios. Será, eso sí, dentro de dos años, contando con la ayuda de la gravedad de Venus y la Tierra. Pero mandará señales antes. De hecho, solo 57 minutos después de despegar, mandó su primera señal a Tierra, y poco después, desplegó sus paneles solares.