Frances Arnold (1956) se convierte hoy en la quinta mujer en recibir el Nobel de Química. Ha trabajado en áreas donde, hasta hace no mucho, las mujeres escaseaban. Empezó en la ingeniería mecánica, pasó a la energía solar, a la ingeniería médica y con 29 años llegó a la bioquímica y al Instituto de Tecnología de California (Caltech), donde sigue ejerciendo. “Estaba acostumbrada a trabajar con hombres, me gusta”, destaca en una entrevista a Efe, ya añade que en 1985, cuando terminó el posdoctorado, con el auge del movimiento feminista “parecía que el mundo estaba despertando”, y todas las universidades buscaban profesoras de ingeniería, así que tuvo “toneladas de oportunidades maravillosas” y las aprovechó.

La aportación principal de Arnold a la ciencia ha sido crear la evolución dirigida de enzimas, que permite la fabricación de sustancias químicas más inocuas para el medioambiente, ya que la química ha sido “causa de degradación del medioambiente”, ha expresado Arnold a Efe, pero a la vez, base de nuestro desarrollo. “Todo lo que hay en esta habitación, lo que vistes e incluso, desafortunadamente, parte de lo que comes es producto de la química”.

Uno de los dilemas de nuestro tiempo, según la científica, es si “extraemos petróleo para hacer productos químicos o usamos fuentes renovables como la dioxinas de carbono o la energía del Sol”. La respuesta, para ella, es obvia, pues con su trabajo contribuye a producir biocombustibles, medicamentos o detergentes más limpios. Ha creado la técnica “evolución dirigida“, con la que, usando las normas de la evolución natural, comprime los tiempos dentro de un tubo de ensayo para crear nuevas enzimas que permiten la fabricación de químicos más limpios.