La tragedia golpeó a la familia del alcalde de Patalina del Campo el pasado fin de semana, cuando encontraron a su perro “Lobo”, un pastor alemán mestizo, agonizando en la finca familiar. Según el regidor, el animal murió envenenado en un contexto de creciente hostilidad política y social que él vincula directamente a la crispación desatada en redes sociales tras la polémica suspensión de la tradicional suelta de vaquillas durante las fiestas patronales. “No le deseo a nadie los momentos que estamos pasando mi familia y yo. Sobre todo a mis hijos, que son adolescentes y que se han tragado toda la polarización de estos días en las redes”, relata en el programa Malas Lenguas.
Alcalde denuncia el envenenamiento de su perro.
— Malas Lenguas (@MalasLenguasLa2) August 26, 2025
"Anoche nos encontramos a Lobo, mi perro, muerto envenenado".
Nos explica en #MalasLenguas por qué cree que han matado a su perro. pic.twitter.com/yNrF9158FL
El alcalde describió con crudeza cómo halló a Lobo, con sangre en la boca, espuma blanca propia de intoxicación, y la cabeza encajada entre un tubo de agua y una parra, en un intento desesperado por aliviar el ardor en la garganta. “Conozco esa situación porque no es el primer perro que veo envenenado. No quiero ni pensar los momentos que habrá pasado antes de morir. Para mí, lo que acabo de perder es un hermano”, confesó, evidenciando que la pérdida trasciende lo personal para convertirse en un símbolo de la degradación del clima social.
El origen de la confrontación se sitúa en la fiesta patronal del pueblo. Allí, la suelta de vaquillas, una tradición arraigada, no pudo realizarse. El alcalde, socialista y declarado aficionado a la tauromaquia, explicó que la suspensión no fue por decisión política, sino por cuestiones administrativas: la delegación de festejos no otorgó la licencia y el empresario encargado del evento no entregó a tiempo la documentación requerida.
Pese a ello, en redes sociales se expandió rápidamente el rumor de que el Ayuntamiento buscaba sustituir la suelta por un hinchable, interpretándose como un ataque a la tauromaquia. La consecuencia fue una oleada de insultos, acusaciones y ataques personales hacia el alcalde y su equipo de gobierno. “Soy socialista y defensor de la tauromaquia. Una cosa no quita a la otra. Pero se ha vendido lo contrario. Se ha instalado la idea de que estábamos contra la fiesta, y de ahí han surgido bulos, insultos y un clima irrespirable”, lamentó.
El drama no se limita a la muerte del animal. El alcalde señaló el impacto en sus hijos adolescentes, que han tenido que leer insultos y comentarios de odio dirigidos a su padre. “Es muy duro que mis hijos se traguen todo esto, que vivan cómo se construye una campaña de odio contra su familia por una decisión administrativa. Es insoportable”.
Lo que ocurrió con mi perro es consecuencia de esta campaña en redes. Estoy convencido
La muerte de Lobo se ha convertido en el símbolo de una problemática que abarca la polarización política y social alimentada por redes sociales. Lo que comenzó como un desacuerdo festivo escaló hasta convertirse en un conflicto cargado de odio y violencia. “Cuando se eleva algo tan efímero a un nivel de odio, lo que se genera es peligroso. Las redes sociales son capaces de convertir lo mínimo en una desgracia”, advirtió el alcalde, señalando la responsabilidad de quienes difunden bulos y los amplifican sin medir las consecuencias.
Más allá del caso puntual de Patalina del Campo, este episodio refleja un fenómeno que atraviesa a muchas comunidades: cómo las tensiones políticas y las dinámicas de confrontación en redes pueden desbordarse y tener consecuencias reales.
El envenenamiento del perro del alcalde no es solo un hecho lamentable en lo personal. Es un síntoma de hasta dónde puede llegar la polarización social cuando se convierte en odio visceral, capaz de ensañarse no solo con personas, sino también con sus seres queridos y, en este caso, con un animal indefenso.
En su despedida televisiva, el alcalde agradeció el apoyo recibido, pero insistió en la necesidad de aprender de lo ocurrido. “Espero que esta tragedia sirva para reflexionar. El odio no se queda en lo virtual: mata, destruye y deja heridas profundas. Y lo digo con el dolor de quien ha perdido a un hermano”. Mientras la investigación sobre el envenenamiento de Lobo avanza, lo cierto es que su muerte ha puesto en evidencia la fragilidad de la convivencia cuando el debate político se convierte en campo de batalla y las redes sociales en armas cargadas de resentimiento.