El Partido Popular (PP) continúa retroalimentándose en su odio a Televisión Española (TVE). Los que un día fueron sus caras más visibles y las que lo son hoy en día, todos han abrazado un mismo discurso con el que no solo cargan contra el Gobierno, al que acusan de utilizar la televisión pública como vehículo transmisor, sino contra muchos de los periodistas que trabajan en ella. En su afán por arremeter contra la Corporación, los de Génova parecen haber olvidado el mayor de sus 'dedazos' televisivos, cuando José María Aznar nombró como director general del ente público a uno de sus diputados.
El pasado mes de septiembre, a través de la fundación FAES, que él mismo preside, Aznar tildó a TVE de "servicio plurinacional de prensa y propaganda" tras la entrevista de Pepa Bueno a Pedro Sánchez. El expresidente del Gobierno parecía olvidar una vez más el dato que le tuvo que recordar Carlos Alsina en una entrevista, en 2018. El popular se quejaba sobre el acuerdo al que trataban de llegar en aquel momento PSOE y Podemos con respecto a la presidencia de la Corporación: "Me parece bastante penoso que cuarenta años después de la transición democrática, la gran cuestión política de España sea RTVE".
"¿Diría usted que en su etapa en el Gobierno, TVE era un ejemplo de neutralidad?", le lanzaba entonces Alsina. "No digo eso, digo que lo que se está haciendo ahora es un reparto de TVE", reconocía Aznar. Alsina le recordaba entonces que él mismo puso al frente de la radiotelevisión pública a un diputado popular. "¿Yo? ¿Ah, sí? ¿Quién era?", decía el político, que negaba recordar de quién hablaba.
"¿De verdad que no se acuerda? Fernando López-Amor, pasó de ser diputado del PP a director general de RTVE", le refrescaba la memoria Alsina. "Yo no he dicho que TVE fuera neutral, digo que me produce tristeza este espectáculo", contestaba Aznar, que se justificaba alegando que "los directores de TVE se nombraban de esa manera" en aquel momento.
López-Amor, el hombre fuerte de Aznar que mantuvo un pulso con la oposición y los sindicatos de RTVE
José María Aznar nombraba a Fernando López-Amor director general del ente público, un diputado del Partido Popular muy próximo a su núcleo duro, en febrero de 1997. Su perfil era, ante todo, el de un político disciplinado y con experiencia en la administración: había sido inspector de Hacienda, ocupado cargos de gestión institucional y ejercía como diputado en el Congreso. Es decir, un hombre totalmente alejado del audiovisual, cuya llegada se interpretó como una apuesta de Aznar para reforzar el control gubernamental sobre la radiotelevisión.
El nombramiento nació ya envuelto en la polémica. El Consejo de Administración de RTVE, consultado como marca la ley, quedó dividido por cinco votos a favor, cinco en contra y una abstención. Sin una respuesta clara por lo tanto, días después, la oposición recordaba que López-Amor arrastraba una sentencia firme de abuso de autoridad por un episodio de 1989 en la inspección de Hacienda, un asunto que PSOE e IU esgrimieron para cuestionar la imagen de “gestor impecable” que el Gobierno proyectaba.
No obstante, Aznar y su equipo pudieron colocarlo al frente de TVE gracias a que el Estatuto Jurídico de la Radio y la Televisión (Ley 4/1980), vigente en 1997, establecía que el director general de la Corporación era escogido por el Ejecutivo y que, antes del nombramiento, este debe "oír" al Consejo de Administración. La clave reside en que la opinión del organismo no es vinculante. Por ello, pese a no obtener una respuesta clara en el Consejo, los populares coronaron a López-Amor.
Desde el principio, su gestión estuvo marcada por la confrontación política. En el primer semestre de 1997, el PSOE denunció en repetidas ocasiones que los informativos de TVE estaban sufriendo un viraje partidista: hablaban de telediarios “sectarios”, de una pérdida de pluralidad y de un uso político de la pantalla pública. Mientras, López-Amor defendía lo contrario, asegurando que las audiencias, la credibilidad y la neutralidad estaban intactas.
La tensión aumentaba y en junio de 1997 se sumó la enorme polémica laboral derivada de su propuesta de reducir hasta 1.500 puestos de trabajo mediante prejubilaciones y recortes de estructura. Los sindicatos, con CCOO y UGT al frente, denunciaron que el plan equivalía a una privatización encubierta, al tiempo que señalaban que se estaban suprimiendo complementos salariales, modificando turnos y aplicando políticas de ajuste sin diálogo.
La disputa volvió a escalar en otoño. En septiembre y octubre de 1997, la oposición cargó contra los presupuestos elaborados por López-Amor para 1998, en los que el gasto se reducía un 7%. Para el PSOE, aquellos números escondían una deuda descontrolada, superior al medio billón de pesetas, y una reestructuración encubierta.
La polémica más televisiva de su mandato llegó en noviembre de 1997, tras la emisión de un debate sobre el franquismo presentado por Luis Herrero. El programa encendió a la oposición, que acusó al espacio de dar voz a sectores reaccionarios y de carecer de pluralidad ideológica. El Consejo de Administración ya había solicitado un mes antes la salida de Herrero por considerar que no cumplía los criterios de objetividad del estatuto, pero López-Amor se negó a destituirlo aludiendo a que en el contrato se habían acordado trece entregas.
En 1998 el conflicto interno se agravó. El Consejo rechazó el anteproyecto de presupuestos para 1999, denunciando que el director general los mantenía al margen de decisiones clave. La situación derivó en un bloqueo institucional que hacía insostenible la continuidad del modelo. Con el desgaste acumulado, las protestas sindicales en marcha y la oposición política reclamando un cambio de rumbo, el Gobierno decidió relevar a López-Amor en noviembre de 1998, apenas año y medio después de su llegada.
Tras su salida de RTVE, Fernando López-Amor se mantuvo en el circuito institucional del Gobierno y pasó por destinos de representación exterior y cargos administrativos, alejándose del foco mediático pero permaneciendo dentro del entorno político del PP. Su paso por RTVE, aunque breve, quedó marcado como uno de los periodos más convulsos de la radiotelevisión pública, caracterizado por la disputada laboral y un pulso permanente con el propio Consejo de Administración.
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