En varias ocasiones se ha amagado con seguir lo que ya hacen en otros países y que, por ahora, no ha llegado a España: cobrar por acceder al centro de las grandes ciudades.

Madrid y Barcelona son los ejemplos más claros de lo que los vehículos suponen para la contaminación, la movilidad y, por ende, para la salud de sus habitantes.

Las acciones adoptadas en ambas urbes por razones de la mala calidad del aire, giran en torno a restricciones de tráfico a través de los números de matrícula, acompañados de prohibición de aparcamiento en algunas zonas y de la reducción de los límites de velocidad.

Sin embargo, de cobrar un peaje para llegar al centro, todavía nada de nada.

El adverbio de tiempo puede tener sus días contados o, para ser más exactos, debería tenerlos a tenor de lo que propone un estudio de FEDEA (Fundación de Estudios de Economía Aplicada) que acaba de ser publicado.

Grosso modo sus autores, Xavier Fageda (Universitat de Barcelona) y Ricardo Flores (Universitat Rovira i Virgili) abogan por lo que denominan “peaje de congestión”, tanto para Madrid, como para Barcelona. El objeto fundamental del mismo sería buscar la reducción de los problemas de atascos y contaminación derivados de la utilización masiva de vehículos privados en las dos ciudades más grandes de España.

Datos contundentes

En el informe, que se puede consultar íntegro en este enlace, se aducen una serie de datos concluyentes y contundentes, entre los que destacan los relacionados con la incidencia que la contaminación producida por los medios de transportes privados provoca en la salud de las personas.

En concreto, según el análisis, en la actualidad la contaminación atmosférica está detrás de la muerte de 3,3 millones de personas al año en el mundo, lo que significa que provoca más fallecimientos que “el SIDA, la malaria y la gripe juntos”, siendo “el tráfico es una de sus principales causas. En España, la cifra de muertes anuales por esta causa supera las 30.000”.

También evalúa las citadas medidas restrictivas puestas en marcha por los Ayuntamientos de Madrid y Barcelona para tratar de reducir la contaminación y, por extensión, paliar sus efectos nocivos. Precisamente, en relación con las mismas, Fageda y Flores señalan que “se han hecho efectivas muy pocas veces”, si bien “se espera que vaya endureciéndose su aplicación en los próximos años”.

Tiempo de desplazamiento

Otro de los elementos que también subrayan como negativos relacionados con este fenómeno es el del tiempo que se utiliza para los desplazamientos. Determinan que este, en Madrid y Barcelona se incrementa en más de un 25% de media “en comparación con una situación de tráfico fluido”.

La traducción de este dato es rotunda: “supone una pérdida de tiempo de más de 100 horas al año por conductor, con unos costes económicos superiores a los 150 millones de euros anuales en cada ciudad”.

Ante este panorama, a modo de conclusión y aunque únicamente en un puñado de urbes como Londres o Singapur hay acciones de este tipo, el pago de “peajes de congestión” para acceder a los centros de las ciudades en “determinadas franjas horarias”, son “preferibles” a las medidas restrictivas del tráfico desde un punto de vista de eficiencia.

Menos eficaces

A largo plazo, en opinión de los autores del estudio, mecanismos como el de la discriminación por matrículas puede llevar aparejado un “efecto perverso”, tal y como ha sucedido en algunos lugares. Este consistiría en que “generan incentivos para comprar un segundo coche” con el fin de evitarlos, algo que es más sencillo para los núcleos familiares de mayor renta.

Asimismo, otro impacto negativo ligado al anterior es que se opte “como suele ser el caso, por coches baratos y antiguos, que son especialmente contaminantes”, con lo que la eficacia de la restricción por matrículas no solo disminuye, sino que provocaría el resultado contrario, es decir, más contaminación.

El debate está abierto desde hace tiempo. Ahora, a la vista de este y otros análisis relativos a ciudades de diferentes países, solo cabe esperar al momento en que el cobro de un peaje para acceder al centro de las ciudades españolas deje de ser una teoría para convertirse en realidad.