Es el director científico del Programa de Mayores de “laCaixa”. También es doctor en Psicología y, en resumen, la referencia en materia de gerontología en nuestro país y más allá. Sin embargo, la investigación que acaba de publicar junto a Amaya Cilvetti y Cristina Segura en el Observatorio Social de “laCaixa”, se centra en un problema que afecta a todas las edades: la soledad. Hablamos con Javier Yanguas sobre sus causas y sus consecuencias. Spoiler alert: vayan rompiendo mitos, porque esto nos afecta a todos.

¿Cuál era el objetivo del estudio?
Hemos analizado dos cosas: la red social y la soledad, por un lado; y, por otro, cuál es la percepción que tienen las personas sobre la soledad. No es solo una encuesta realizada a personas mayores, y eso es importante. La muestra son personas de más de veinte años y eso da una visión distinta sobre la soledad.


Hemos preguntado si la soledad es un problema relevante para la población, independientemente de la edad. Sobre 10 -que sería totalmente de acuerdo- saca un 7,7. Cuando preguntamos si lo es en el caso de las personas mayores, la nota sube a 8,93. Cuando preguntamos ¿a cuántas personas conoces en situación de soledad?, la media es 3,43.


Si es un problema tan relevante, ¿cómo es que conocemos a tan pocas personas que vivan en soledad? Yo creo que es algo que se oculta. Vivimos la soledad en soledad.

La soledad es algo que se oculta. Vivimos la soledad en soledad

Hablemos de soluciones. ¿Qué hay que hacer?

Una de las cosas que hay que hacer es sensibilizar. Es un desafío independiente de la edad, que nos interroga a todos. A la gente le da vergüenza reconocerlo. Se dicen, “si estoy solo, ¿qué van a pensar de mí?”. O si a una mujer mayor no le hacen caso sus hijos, “qué hijos más malos tiene”. Hay mucho estereotipo.

En España no solo hay un problema de soledad, hay un problema de aislamiento social, que a mí me parece que deberíamos abordar.

El reverso de la soledad es tener unas buenas relaciones sociales. No solo no estar o no sentirte solo

¿Qué significa el aislamiento social?

La red social es importante. Mide el tamaño -a cuántas personas ves y con qué frecuencia lo haces-. Y, por otro lado, parámetros más subjetivos: cercanía emocional y confianza. Tanto lo que es objetivo como lo que es subjetivo lo preguntamos de dos redes que tenemos todos: la familia y los amigos. Con eso, medimos el riesgo de aislamiento, el riesgo de quedarte solo.

Tenemos un reto con las relaciones sociales. El reverso de la soledad es tener unas buenas relaciones sociales. No solo no estar o no sentirte solo.

Siempre nos quedará la familia

La familia está en vías de extinción, porque estamos por debajo del reemplazo generacional. España no pierde población por los migrantes, pero la red de apoyo familiar está desapareciendo y es la que ahora mismo está dando apoyo a las personas.
El problema está en la red de amigos. El 20 por ciento de las personas entre 20 y 39 años están en riesgo de aislamiento social. A mí es un dato que me hace pensar. Aquí no entran Facebook, ni Instagram ni nada de eso. Son personas a las que ves, con las que tienes contacto y además tienes cercanía y confianza.

El 20 por ciento de las personas entre 20 y 39 años están en riesgo de aislamiento social

¿Qué va mal?

Los parámetros más objetivos todavía aportan poco al aislamiento social. Lo que nos encontramos  es que los parámetros que definen unas buenas relaciones sociales, la cercanía emocional y la confianza en que vas a recibir ayuda son los que están deteriorados.
La hipótesis de trabajo es que tenemos en este momento unas relaciones sociales de menos calidad de lo que debiéramos.

¿La soledad es algo físico o emocional?

Hay gente que considera que la soledad es una disonancia entre lo que esperas de tus relaciones y lo que tienes. A mí me parece que esa definición deja muchas cosas en el tintero. Tiene otros ingredientes relacionados con que tenemos unas necesidades sociales que no cubrimos, con ese dolor psicológico propio de la soledad. Y hay otra cosa que es muy importante, que es que la soledad nos hace sentirnos aislados, como en una burbuja. Y eso puede ser objetivo, pero muchas veces es subjetivo: no consigo comunicarme, no tengo proyecto de vida…

¿Lo habéis medido?

Hemos pasado una prueba que mide soledad social y soledad emocional. Hay más soledad emocional que social. La soledad emocional explora más sentimientos de desolación, la falta de relaciones significativas, sentimiento de vacío…

La soledad afecta en los momentos en que la vida es más complicada

Y hay soledad en todas las edades

La soledad afecta en los momentos en que la vida es más complicada. Imagina una curva que empieza en el máximo en la adolescencia, baja en la juventud; aumenta un poco cuando vienen los hijos, los divorcios, etc.; vuelve a bajar en la etapa adulta; y vuelve a subir de manera exagerada en la vejez. Está unida con las transiciones, con las pérdidas, con los problemas de salud… Es decir, con los factores de riesgo.

La soledad va cambiando. Es un fenómeno distinto que no tiene que ver solo con lo objetivo. Es un sentimiento que varía a lo largo de la vida. En la adolescencia, por ejemplo, está muy unida a la ausencia de grupo y de relaciones familiares; y en la vejez está mucho más unida a la pérdida de relaciones significativas, a la evaluación de tu propia vida.

Lo que llama la atención son los altos niveles de soledad en todas las edades. El 34,36 por ciento de personas entre 20 a 39 años presenta soledad emocional. Y el 26,7 por ciento, soledad social.

¿No es suficiente con estar acompañados?

En el programa Siempre acompañados tenemos una metodología que va más allá del acompañamiento. No todas las soledades se arreglan con compañía, porque hay soledades que no son exclusivamente relacionales. Imagina: persona de 94 años que enviuda después de haber vivido 70 años con su pareja, y es un caso real de hace poco. Rodeado de nietos, bisnietos, hijos… Ha perdido a todos sus hermanos, porque pagamos un precio por vivir, se te vacía el convoy social. Y se siente solo. Por mucho que le des compañía, su soledad es debida a las pérdidas y no se arregla así.

Las personas nos tenemos que empoderar para hacer frente a las situaciones de soledad, como lo hemos hecho para otras cuestiones. Y no es que cada palo aguante su vela, es que tengamos capacidades, recursos y habilidades para hacer frente nosotros mismos a las situaciones de soledad y nos las sepamos gestionar.

La soledad necesita recuperar la arquitectura comunitaria. Tener una comunidad que nos ayude, nos cuide y nos proteja, de la cual formemos parte y a la que nos sintamos vinculados.