El 20 de mayo de 2018, el Camp Nou lloraba la despedida de una de sus más grandes leyendas. Andrés Iniesta jugó su último partido con el FC Barcelona aquel día en lo que fue una noche cargada de emociones para la afición culé. El caprichoso destino quiso que el rival de los azulgrana en ese encuentro fuera la Real Sociedad que, de forma más discreta al ser opacado por el adiós de uno de los mejores centrocampistas de la historia, también tuvo que despedirse de uno de sus estandartes. Xabi Prieto colgó las botas justo el mismo día en el que Iniesta puso rumbo a Japón.
Marcelo hablando sobre Xabi Prieto pic.twitter.com/ZVB1SoLqBI
— El Caballero Oscurecido (@BatVela007) December 25, 2025
Siete años después de ese doble adiós, el nombre del exjugador de la Real Sociedad se ha vuelto a colar en una conversación futbolística casi por sorpresa. Marcelo, uno de los laterales zurdos más dominantes de los últimos tiempos, repasó con el creador de contenido DJ Mario los rivales que más le habían exigido a lo largo de su carrera. Comenzó la terna mencionando a Leo Messi, del que dijo que era "muy pesado", siguió con Jesús Navas quien se lo puso "complicadísimo", y cerró la lista sorprendiendo.
“Uno que era normal para la gente pero que para mí era muy difícil fue Xabi Prieto. Era muy alto y pensaba: ‘Este no va a correr, no va a hacer nada’. Pero era un crack”, comentó el brasileño. No es una afirmación menor viniendo de un futbolista que se midió durante años a lo mejor del panorama internacional. Y sirve como punto de partida perfecto para reivindicar la figura de un jugador que nunca buscó el foco mediático, pero que fue profundamente respetado dentro del césped. Porque Xabi Prieto encarnó durante más de una década una forma de entender el fútbol y el club que hoy resulta casi romántica.
El 'último' 'one club man'
Formado en Zubieta y debutante con el primer equipo en 2003, Prieto desarrolló toda su carrera profesional en la Real Sociedad. En una época marcada por traspasos millonarios y cambios constantes de camiseta, el donostiarra fue una rara avis: 532 partidos oficiales con el mismo escudo, más de 80 goles y una influencia que fue creciendo con el paso de los años. Empezó como extremo derecho, evolucionó hacia posiciones interiores y acabó convirtiéndose en el cerebro del equipo.
Su fútbol no se basaba en highlights virales. No desbordaba como los extremos puros ni imponía físicamente su presencia. Pero entendía el juego como pocos. Elegía siempre bien, manejaba los tiempos y tenía una lectura privilegiada del espacio. Ahí residía gran parte de la dificultad que describía Marcelo: Prieto no ganaba por explosividad, sino por inteligencia.
El capitán que nunca se bajó del barco
Capitán durante varias temporadas, fue el líder del regreso de la Real Sociedad a Europa tras años complicados, incluido un descenso a Segunda División que Prieto vivió sin abandonar el barco. Pudo irse, tuvo opciones, pero eligió quedarse. Ese gesto marcó definitivamente su legado. Cuando el club volvió a asentarse en Primera y a competir en la Champions League, su figura ya estaba asociada a la estabilidad, la coherencia y el sentido de pertenencia.
El respeto que generó entre rivales fue siempre mayor que el ruido que provocó en los grandes focos. Por eso sorprende tan poco escuchar a una leyenda del Real Madrid reconocer públicamente lo incómodo que resultaba enfrentarse a él. Prieto representaba a ese tipo de futbolista que parece sencillo hasta que te lo cruzas durante noventa minutos. Entonces se entiende que no hay nada de normal en su juego.
En una época en la que la Real Sociedad gozó de grandes futbolistas como Carlos Vela, Antoine Griezmann o el Chory Castro, Xabi Prieto fue ese cable a tierra que hacía funcionar al equipo. Su retirada, el mismo día que Iniesta se despedía del Barça, fue casi simbólica. Dos maneras distintas de alcanzar la excelencia, dos trayectorias opuestas en exposición mediática, pero un mismo respeto absoluto por el balón. Mientras uno se iba entre lágrimas y homenajes globales, el otro decía adiós con la sobriedad que siempre le caracterizó, dejando un vacío enorme en Anoeta y un legado difícil de repetir.
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