Cuando uno piensa en los máximos goleadores de la historia del fútbol, hay varios nombres que se vienen a la cabeza: Pelé, Cristiano Ronaldo, Gerd Müller... Pero sin duda uno que pasa desapercibido y que no debería ser así. Josef Bican fue la máxima estrella del Slavia de Praga durante los años 90 y a muchos ni les sonará su nombre, pero es uno de los delanteros más letales de la historia de este deporte, además con un promedio asombroso. En toda su carrera anotó 805 goles en 530 partidos oficiales, aunque según él fueron muchos más.

En un libro titulado 'Bican, 5000 goles' afirma que, de no ser por la Segunda Guerra Mundial, podría haber llegado a una cifra muchísimo más alta. "En toda mi carrera marqué, efectivamente, 5.000 goles. Tengo entendido que Pelé, contándole los de los entrenamientos, 1.500. Y eso que la Segunda Guerra Mundial me robó siete años buenos, cuando estaba en mi mejor forma. ¿Que cuántos goles habría marcado en estos siete años? Pues seguramente una cifra respetable", señaló Bican.

Josef Bican nació en Viena el 25 de septiembre de 1913, en el seno de una familia originaria de Praga que vivió de cerca los estragos de las dos grandes guerras. Su padre llegó a alistarse en la Primera Guerra Mundial, mientras que la Segunda —como él mismo recordaría años después— se interpuso de lleno en el desarrollo de su propia carrera deportiva. La vida del delantero bien podría convertirse en una serie para cualquier plataforma de streaming actual: creció en un barrio de inmigrantes marcado por la pobreza y las carencias. Tanto es así que, según recogen numerosos relatos, en más de una ocasión tuvo que jugar descalzo, porque su familia no podía permitirse comprarle unas botas adecuadas.

Un talento que no tardó en explotar

Bican o también conocido como 'Pepi', no tardaría mucho en demostrar el gran talento que tenía en este deporte. En 1931, con tan solo 17 años irrumpió en el primer equipo del Rapid de Viena y no pudo haber tenido un mejor debut. Marcó un hat-trick que mostró que tenía las dotes necesarias para ser uno de los jugadores más importantes de la historia de Austria. En sus primeros años, compartió vestuario con varios de los jugadores más importantes del país como: Weselik, Kaburek y Binder. A este gran equipo les apodaban la "tormenta interior". En la selección formaron uno de los equipos más temibles de la historia, el "Wunderteam".

Austria, por aquel entonces, era potencia futbolística mundial gracias a todos nuestros protagonistas y Bican y Sindelar, curiosamente vecinos en su infancia, eran los líderes de un equipo que se presentó en el Mundial de 1934 como el gran favorito. En el torneo solo el anfitrión, Italia, no sin polémica, pudo apearles de la gran final. Sindelar, conocido como el 'Mozart del fútbol' o 'El bailarín de papel', era la estrella del equipo y todavía es considerado como el mejor jugador austríaco de la historia. Ese sería el único Mundial que jugarían juntos Bican y Sindelar y esa es, quizá, la razón por la que la historia le ha dado la espalda a Josef.

La lucha contra el nazismo

Como se menciona anteriormente, 'Pepi' vivió las dos guerras mundiales. Sin embargo, la que más impacto tuvo en su vida futbolística es sin duda la segunda, ya que le frenó en su mejor momento. Ese mundial del 34 fue el único gran torneo que jugó el gran Bican, ya que se negó a representar a Alemania tras el Anchluss (fusión de Austria y la Alemania nazi el 12 de marzo de 1938). Al igual que Bican, Matthias Sindelar tomó la misma determinación: ambos rechazaron en repetidas ocasiones las invitaciones del régimen alemán para unirse a su selección nacional.

Esa resistencia se mantuvo hasta que, en 1939, el llamado ‘Mozart del fútbol’ apareció muerto en su hogar, víctima (según la versión oficial) de una intoxicación por CO₂. Su fallecimiento se convirtió en un símbolo de oposición al nazismo, una causa que también representaría nuestro protagonista. Así lo recordó el historiador Román Horak en un discurso con motivo del quinto aniversario de la muerte de Bican: “Bican era bilingüe, había sido criado entre dos culturas, la austríaca y la checoslovaca, y no compartía la filosofía nazi”.

Dominaba el fútbol jugando en una liga menor

En Praga se desarrolló el núcleo de su asombrosa carrera goleadora. Entre 1939 y 1944, Bican se convirtió en una especie de Bota de Oro oficiosa con el Slavia, aunque por entonces no existía un premio que diera forma oficial a semejante hazaña. Sus cifras hablan por sí solas: 534 goles en 271 partidos, una demostración incontestable del arsenal ofensivo que poseía. Pero Bican no solo destacaba por su precisión letal en el remate; también era extraordinariamente rápido. Se cuenta que corría los 100 metros lisos en 10.8 segundos, una marca que, para la época, lo acercaba peligrosamente al récord de Jesse Owens, establecido en 10.3.

En 1939 logró un hito que escoció enormemente en la Alemania. Bican, en representación de Bohemia y Moravia (nombre que recibía Checoslovaquia durante la invasión alemana), logró un hat-trick contra los alemanes en un partido que terminaría 4-4. Ya con Checoslovaquia jugaría 47 partidos, en los que marcaría 46 goles, completando, de esta manera, partidos con tres selecciones diferentes (Austria, Bohemia y Moravia y Checoslovaquia).

Un goleador nato que no entra en las listas de los mejores

Aunque la Federación Internacional de Historia y Estadística del Fútbol (IFFHS) lo reconoció en enero de 2001 como el máximo goleador en Primera División de todos los tiempos, con 581 goles, las cifras totales que se le atribuyen (759 u 805 tantos en 495 o 530 partidos, dependiendo de la fuente) no han logrado situarlo con firmeza en el debate sobre los mejores futbolistas de la historia. Incluso contabilizando amistosos, habría alcanzado la descomunal cifra de 1.468 goles, pero ni siquiera eso parece haber sido suficiente para instalarlo en el imaginario popular. De hecho, otros artilleros legendarios como Ferenc Puskás, cuya carrera concluyó con 709 goles, gozan hoy de un reconocimiento mucho mayor que el que recibe Bican.

Su escasa presencia en las grandes citas internacionales juega claramente en su contra: solo disputó un gran torneo, el Mundial de 1934, y la Copa de Europa, actual vara de medir del estrellato, no nacería hasta 1956, dos años después de su retirada. Sin embargo, más allá de debates numéricos (marcara 759, 805 o 5.000 goles) nadie puede arrebatarle el lugar que ocupa en la historia del fútbol.

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