Nos mandan mensajes muy contradictorios. De una parte, la flexibilidad que permite vivir de alquiler. Critican la obsesiva tendencia de los españoles a vivir en propiedad. De otro, la vivienda puede ser la “inversión” que nos puede hacer pasar una vejez más holgada. Los datos ya apuntan a una juventud que vive de alquiler. Tal vez no por deseo propio sino porque las circunstancias obligan: salarios bajos y elevados precios de la vivienda.

El Ministerio de Fomento daba la pasada semana datos sobre este cambio de tendencia que afecta, insisto, principalmente a los jóvenes. Aquellos que se han emancipado y que cuentan con 30 años o menos viven en un 70% pagando una renta mensual a su casero. El dato también es llamativo entre los que tienen entre 33 y 44 años ya que pagan alquiler nada menos que el 39%. Antes de comenzar la crisis de 2007 este porcentaje se situaba en el 25% por lo que en menos de 12 años ha subido 12 puntos frente a aquellos que poseen una vivienda. En el caso de los más jóvenes aún ha sido más complicado el acceso a una vivienda en propiedad. En 2007 casi un 60% tenía casa propia.

Frente a aquellos que critican la vivienda en propiedad, ésta se convierte en un elemento clave para las familias de economías más inestables y con mayor tasa de paro. Esto explica –amén de otros aspectos atávicos- que los países del Sur de Europa como Italia, España o Grecia sean donde el porcentaje de propietarios de vivienda sea mayor. La casa en propiedad se convierte en un refugio para los embates de economías en las que las crisis se traducen en brutales pérdidas de empleo. En una situación de alquiler estos procesos pueden llevar a muchas familias a caer en la marginalidad si no existe un sistema de protección social fuerte.

Habitualmente, las críticas a la vivienda en propiedad provienen del mercado financiero e inmobiliario. El primero, interesado en que crezca el ahorro financiero frente al del ladrillo y el segundo que busca asegurarse un grupo importante de sus productos con los que rentabilizar sus inversiones.

Pero un motivo también muy decisivo para la vivienda en propiedad es la jubilación. Las pensiones hoy por hoy no se pueden pagar con los ingresos de la Seguridad Social y el futuro cercano no es muy halagüeño dada la configuración de la pirámide poblacional y los menores sueldos de los jóvenes frente a tiempos pasados.

Así, tener una casa puede ser muy útil para aquellos que necesiten compensar su pensión pública de jubilación cuando llegue el momento. De hecho, superados los 65 años, las ventas de viviendas están exentas del pago de impuestos en el IRPF. Pero además existen productos financieros que se basan en la vivienda para conseguir esas aportaciones extraordinarias.

Los más importantes son los seguros de rentas vitalicias, la hipoteca inversa, que empieza a ser rescatada por los bancos tras un parón de años por los problemas del ladrillo de las entidades financieras y, como novedad, también se está ofreciendo el alquiler inverso. Este último que es menos conocido exige que la persona mayor abandone su vivienda y a cambio una empresa se encargará de alquilar su vivienda, reformarla si es preciso y mensualmente ir pasando unas rentas que se establezcan. Estas rentas pueden ser superiores a las que genere la propia vivienda y como contraprestación la vivienda podría ser alquilada durante más tiempo que el que viva su dueño. Con ello, se consigue que la propiedad no se pierda para los herederos y no se constituye, pues, ninguna hipoteca sobre el inmueble y además tampoco se necesitarán avalistas.

El alquiler inverso es la última novedad que se ofrece para mejorar la pensión pública. Y en este caso como en el de las rentas vitalicias o la hipoteca inversa la condición principal es tener una casa propia.