Es frecuente utilizar el concepto de tormenta perfecta para definir un panorama en el que numerosos factores se ponen en contra de un sector, de un mercado. Es el caso de la energía en estos momentos en todo el mundo, y las explicaciones no resultan simples. En cierto modo, todo tiene su origen en la situación creada por el Covid-19 y la paralización de las economías con el confinamiento de la población. La ausencia de automóviles en las carreteras y el cierre temporal de muchas actividades de servicios e industriales llevaron a los productores de petróleo o gas a reducir tanto la producción de carburantes como las inversiones necesarias para continuar con la demanda previa a 2020.

Recuérdese entonces que el precio del petróleo llegó a niveles negativos y que los grandes buques gasistas y petroleros vagaban por la inmensidad del océano en busca de algún comprador de sus mercancías.  Una caída del precio que, incluso, invitó a cerrar algunas instalaciones petroleras –sobre todo del polémico esquisto- que han comenzado ahora recuperarse cuando los precios del crudo se elevan hasta los 80 dólares por barril, marcando máximos desde 2018. Este mismo lunes, los productores incrementaban en 400.000 barriles diarios la salida de petróleo sin provocar un efecto de caída en los precios.

Otro punto importante, es tanto una regulación energética descabellada que toma como referencia los precios máximos y una transición energética hecha con prisas alentada por el aumento de los costes por emitir a la atmósfera CO2. Así, al cierre de centrales térmicas de carbón –las más contaminantes- tanto en España como en otros países, destacando su importancia en China que está volviendo al carbón, se suma el parón a la energía nuclear sin emisiones de CO2 pero con el temor a posibles accidentes y la dificultad para deshacerse de los residuos producidos.

En el nuevo orden económico mundial que se está creando, el peso de la necesidad de energía en Asia se ha vuelto también un factor decisivo que lleva a una competencia muy fuerte entre zonas mundiales que deben competir para abastecerse en momentos de caída de la oferta. En el caso del gas natural que ahora toca sus máximos anuales, la sustitución en Asia de parte de la producción energética vía carbón por el gas natural se produce sin que estas economías cuenten con importantes infraestructuras del almacenaje. Esto les obliga a comprar el gas natural a los precios rabiosos de los buques metaneros y dificulta de forma notable que Europa pueda abastecerse por esta vía.

También como apuntan numerosos expertos, los productores de gas natural y petróleo están aprovechando esta problemática del mercado, conscientes de que con el empuje de las energías renovables sus años felices han empezado la cuenta atrás. Y, por último quedan los temas políticos y geoestratégicos. Cabe esperar una mejoría para Europa si definitivamente se da luz verde al gasoducto NordStream 2 que trae el gas ruso a Alemania pero que precisa de la autorización de las autoridades germánicas para empezar a alimentar las industrias y los hogares centroeuropeos. En el caso de España, que recibe el 55% del gas natural procedente de Argelia a través de Marruecos, las tensiones entre ambos países que recientemente rompieron relaciones diplomáticas, provocaría una catástrofe energética en nuestro país a las puertas del invierno.

Desde la firma Julius Baer, su director de Economía e Investigación, Norbert Rücker, explica en un reciente informe: “Vemos más desventajas que ventajas para finales de este año. Dicho esto, los últimos meses han demostrado que el clima y la política aún pueden empeorar las cosas. Intervenciones políticas inoportunas podrían impulsar en lugar de calmar los feroces mercados energéticos de hoy”.

Frente a esta visión de gran incertidumbre sobre el sector energético con el invierno llamando a la puerta del hemisferio Norte, no parece que el problema sea de escasez de materia prima sino de desajuste y de enfrentamientos geopolíticos. Además, el mercado solito ha puesto en marcha medidas para ir relajando a medio plazo los precios como la apertura de minas de carbón y el propio aumento de producción de crudo.