La Bolsa es buen termómetro de la marcha de las empresas. El pasado mes de agosto sonaron las alarmas sobre Telefónica al dejarse los 6 euros de valor bursátil. Tras una remontada en la que se llegó a tocar los 7,2 euros por acción, la firma presidida por José María Álvarez-Pallete vuelve a asomarse al precipicio de los cinco euros –ahora cotiza a 6,1 euros-, después de intentar convencer a los accionistas de su reestructuración y de nuevos planes empresariales.

En el comienzo de esta semana, Telefónica pasaba de nuevo a ocupar el sexto puesto por valor en Bolsa con poco más de 31.000 millones de euros, siendo superada por la central de reservas Amadeus que capitaliza (valor bursátil) 32.000 millones de euros. Un dato curioso es que Amadeus tiene 17.000 empleados frente a los 30.000 empleados con los que cuenta Telefónica, una compañía que sigue sin quitarse las rémoras del pasado como empresa pública y de un sindicalismo muy fuerte que ha sido uno de los elementos que ha impedido adaptarse a los nuevos tiempos.

Sirva de consuelo que la falta de adaptación no ha sido exclusiva del valor español, pero desde que llegase Álvarez-Pallete a la presidencia se han agudizado las distancias. Una buena muestra de ello es el comportamiento del valor en Bolsa frente a sus competidores europeos. Tomando como referencia un año, Telefónica ha sido la compañía más castigada por los inversores con una caída del 19%, seguida por la francesa Orange que se ha dejado el 4,72% y Vodadone que en doce meses ha perdido el 0,79% de su valor. Por el contrario, tanto Deutsche Telekom como Telecom Italia se apuntan subida del 0,8% y del 4,81%, respectivamente.

Los analistas apuntan a la espada de Damocles que sigue pesando en la casi centenaria compañía española con sus más de 38.000 millones de euros de deuda, lo que supone que debe 7.000 millones más de lo que actualmente el accionista valora la compañía. Un problema que podría llegar a colapsar sus cuentas si se produjera un alza significativa de los tipos de interés. Recordar que actualmente está beneficiándose incluso de tipos negativos en sus emisiones y que el Banco Central Europeo (BCE) acude con alegría a comprar sus títulos.

Pero, sobre todo, se quejan de la falta de un modelo de negocio y de gestión claros que apunten a un futuro más prometedor para sus cuentas y, por tanto, para la marcha de la acción en los mercados de renta variable. Actualmente, son los tres los grandes inversores que mantienen al consejo de administración y cuentan con participaciones muy similares. BBVA controla el 5,26% del capital, mientras Caixabank posee el 5,01% y el estadounidense BlacRock del 5,07%. Pese a que ha habido algunos movimientos de inversores menos significativos que han cuestionado la gestión de los últimos años, lo cierto es que el tándem de bancos españoles ha supuesto un dique de contención de los descontentos.

Los acuerdos con Prosegur, de muy pequeño calado, o la venta de torres de transmisiones por en Ecuador y Colombia por 290 millones de euros han sido medidas para mostrar que no estaba parada. Pero su gran apuesta se dio el pasado 27 de noviembre cuando presentó un revolucionario plan estratégico para segregar la división de Latinoamérica, dejando fuera a Brasil. Esta nueva división bautizada como Hispam intenta poner en valor sus inversiones en el resto de países sin excluirse una posible venta.

Pero esta medida tampoco ha convencido a los mercados que siguen apostando por la baja de la compañía, y eso que, de momento, se espera que siga manteniendo su dividendo anual de 0,40 euros por acción. Un dividendo que permite una rentabilidad en concepto de este pago del 6,74%, uno de los más elevados del Ibex 35. Pero, claro, comparar esa rentabilidad con una pérdida del valor de casi el 20%, no compensa. Los inversores quieren crecimiento de Telefónica y rápido. Una esperada mejora de la compañía que es buena para todos: empleados, accionistas, deudores y también para el conjunto del país.