Las criptomonedas están sufriendo con especial violencia la crisis de los mercados financieros. Se han calificado como el oro de los milennials, jóvenes digitales que nacían a esta inversión en la que operan a toda velocidad a través de sus teléfonos móviles, aprovechando la elevada volatilidad de estos activos. También las monedas virtuales han estado muy ligadas al mundo tecnológico y eso, en buena medida, también explica su desplome. El bitcoin, la criptodivisa más emblemática, lucha ahora por mantener los 20.00 dólares de valores cuando hace solo unos meses rondaba los 68.000 dólares. Pérdida del 70%, que se hace aún pequeña frente a descensos del 97% para el Bitcoincash y el Dogecoin con un 92% de retroceso.

Traducido a dinero, la caída es muy destacada ya que la crisis de estas divisas ha evaporado más de 2 billones de dólares, desde el pasado mes de noviembre y ahora este mercado vale 1 billón de dólares. Una pérdida tan importante no ha provocado, sin embargo, una crisis sistémica en el mundo financiero y ello obedece a que son los inversores minoristas los más perjudicados por el desplome, mientras que la presencia de grandes inversores como bancos de inversión, empresas, etcétera, aún no es muy grande.

Pero también hay un efecto perverso que precisa de análisis. Las criptomonedas no han llegado a alcanzar su objetivo de medio de pago generalizado –El Salvador adoptó con gran fracaso el bitcoin como divisa- pero sí se han hecho populares como inversión. No faltaban los anuncios de muchos intermediarios, así como numerosas personas que habían logrado ingentes fortunas partiendo de capitales muy pequeños.

Tras el desplome de las criptodivisas han llegado problemas añadidos como la falta de liquidez, es decir, la imposibilidad de vender en momentos de pánico como los que vivimos. Esta semana conocíamos que al fondo de inversión libre (hedge fund) de nombre Three Arrows, que invertía en ellas, le han exigido sus brokers y acreedores más garantías que no ha podido aportar. Su insolvencia puede provocar graves problemas en ese sector ya que gestionaba activos por valor de 18.000 millones de dólares. Además, la plataforma de criptodivisas Finblox que proporcionaba rentabilidades anualizadas del 90%, haya tenido que reducir en un 66% el límite de las retiradas de cripto-dinero por parte de sus clientes, según publicaba Financial Times.

Como inversión adolecen de una gran característica: detrás de ellas no existe ningún flujo de dinero que las sustente. Por ejemplo, las acciones o los bonos tienen detrás beneficios empresariales y dividendo, o cupones que pagan las empresas o los estados por adquirir esa renta fija, respectivamente. En el caso de las divisas virtuales no hay ninguna “renta” que las avale sus cotizaciones. Su tecnología cripto y la escasez en la creación de estas monedas son sus valores más poderosos.

Y aunque la bolsa o los bonos tengan muchas veces comportamientos erráticos, lo cierto, al igual que ocurre con el sector inmobiliario y el alquiler, ese ganancia o pérdida que está detrás hace más fácil y real su valoración. Además, los inversores milennials han nacido casi exclusivamente como inversores al calor de estas criptodivisas y, sin duda, es una mala enseñanza. En primer lugar, son difíciles de comprender y además no tienen un respaldo por detrás lo que las convierte en mera especulación para los recién llegados.