Europa quiere remontar. De hecho, las cifras revelan que la producción industrial creció un 0,2% en la eurozona durante el último tramo de 2019 - en España el aumento se posicionó en un 1,1% - sin embargo, ¿es suficiente?

En la comparación interanual, la producción industrial disminuyó un 1,5% en la eurozona y un 1,3% en el conjunto de la UE. La guerra comercial entre Estados Unidos y China, sostenida en el tiempo; la incertidumbre por el Brexit y la inestabilidad política han sido, sin duda, factores que han ahuyentado a los inversores y colaborado a una ralentización económica en el continente.

De hecho, otro de los datos que resultan alarmantes es que, el comercio de bienes entre los 28 países de la UE fue de 302.500 millones de euros en noviembre, es decir, un 4,6 por ciento menos que en año anterior. A finales de año, las exportaciones de la zona euro se situaron en 197.700 millones de euros, lo que supone una disminución del 2,9% del cálculo interanual. Por su parte, las importaciones se mantuvieron en 177.000 millones, es decir, un 4,6% menos según datos de Eurostat. Por lo tanto, cabe preguntarse, ¿hacia dónde nos dirigimos?

Lo cierto es que son los tradicionales padres de la eurozona quienes están experimentando un mayor grado de desaceleración.

Reino Unido representa la gran brecha a la que tiene que sobrevivir la Unión Europea. Su PIB se desplomó un 0,3% en el último tramo de 2019, según la Oficina Nacional de Estadísticas (ONS). En este periodo, es decir, los últimos tres meses del año, el déficit del comercio con la UE aumentó en 2.100 millones de euros, mientras que su producción cayó un 1,2%. Cifras nada alentadoras para un país que pretende abandonar la UE en tan sólo unas semanas.

Mientras tanto en Europa

Alemania ya no puede presumir de ser la locomotora de Europa. Su economía no crece a pasos agigantados, como en antaño, a pesar de encadenar su décimo año al alza y el octavo en el que registra superávit fiscal. En el año 2019, apenas avanzó un 0,6 por ciento debido, entre otros factores, al estancamiento del sector automovilístico. De hecho, el sector industrial cayó un 3,6% frente a la construcción que continúa su ascenso rozando el 3,8% de incremento interanual. ¿Por qué? Alemania concentra su industria en torno al sector del automóvil. Grandes firmas como Volkswagen, BMW y Daimler han padecido en los últimos años grandes problemas, derivados de la irrupción en el mercado del coche eléctrico, restricciones medioambientales y la cruz mediática al diésel.

Ha sido gracias al consumo interno que Alemania ha conseguido remontar lo que parecía una entrada de lleno en la recesión técnica tras dos trimestres consecutivos de contracción económica. El producto interior bruto ha alcanzado este año un 1,6%, las exportaciones aumentaron en un 0,9% y las importaciones un 1,9%. Avances, sí, pero no los habituales.

Por su parte, Francia ha ralentizado la marcha tras tres años de crecimiento acelerado. Su inflación se sitúa en el 0,9%, un punto por debajo de los porcentajes registrados en 2018. Una desaceleración -expresión que a toda costa quiere evitar la Comisión Europea- que pone de manifiesta que, la vieja-nueva Europa tendrá que reinventarse de nuevo si pretende sobrevivir a esta nueva embestida económica.  La pregunta que nos hacemos todos es, ¿podrá la tradicional locomotora de Europa seguir tirando del carro por mucho más tiempo?