Este martes da comienzo en España la primera de las jornadas de una moción de censura abocada al fracaso. El 21 y 22 marzo estarán marcados por un teatrillo montado por Vox, desvirtuando totalmente un instrumento que hace casi cinco años le dio la presidencia a quién ahora pretende derrocar, Pedro Sánchez. Más realista ha sido la amenaza que ha sufrido Emmanuel Macron, presidente de Francia, desde que aprobase una reforma de pensiones a través de una herramienta parlamentaria cuestionable. El máximo representante galo ha estado a punto de ver derrumbado su Ejecutivo, a tan solo nueve votos, pero ha terminado por superar las dos mociones de censura.

Sin embargo, no se atreven desde el palacio del Elíseo a cantar victoria, pues el proceso iniciado en la calle no tienen aún visos de finalizar y, mientras las calles de todo el país siguen decoradas por barricadas encendidas, los líderes de las protestas ganan peso y empujan a Macron a dar marcha atrás. Sale caro en Francia aprobar reformas que retroceden en materia de derechos y así lo confirma la encuesta publicada por Le Journal du Dimanche: Tan solo un 28% de los franceses coinciden con la política aprobada a través del artículo 49.3 -instrumento que permite sacar adelante cualquier norma sin contar con apoyos parlamentarios ni ser necesaria su votación- que le costó dos mociones de censura al líder galo.

La actuación de la policía francesa está lejos de colaborar en vistas de apaciguar la situación. Se acumulan en las redes sociales las denuncias de abusos de poder, uso excesivo de la fuerza y extralimitación de funciones, todas ellas evidenciadas con material multimedia. La prensa no se ha librado tampoco de la furia de la gendarmería, cuya actuación ha dejado más de 200 detenidos esta pasada noche, tan solo en Parías. El líder de la oposición, Jean-Luc Mélenchon, ha denunciado esta situación en reiteradas ocasiones y, después de quedarse a tan solo nueve votos de derribar el Gobierno de Macron, ha asegurado que apoyará las movilizaciones sociales y no cejará en su intento de evitar la reforma de las pensiones.

“¡Exigimos el cese inmediato de las detenciones y la liberación de los presos!", ha espetado el líder de la Francia Insumisa. En la misma línea, su compañera de partido, Mathilde Panot, aseguraba que “Macron y su gobierno nunca tendrán suficientes células policiales para detener la justa ira de todo un pueblo”. Con todo, parece que la paz no llegará a las calles francesas próximamente y, más allá de la capital, Marsella se erige como epicentro de las protestas más contundentes. Toulouse, Burdeos, Lille, Montpellier, Nancy, Rennes, Dijon o Estrasburgo son otras localizaciones donde las protestas han elevado su tono, entre barricadas y gases lacrimógenos.

Reforma y mociones

La reforma aprobada el pasado jueves recurriendo al artículo 49.3 reúne dos aspectos intolerables para el 72% de la sociedad francesa: el aumento de la edad de jubilación y de la cantidad de años trabajados para percibir la totalidad de la prestación. Con la modificación, la edad de jubilación queda desplazada desde los 62 hasta los 64 años y el periodo de cotización exigido para percibir la cuantía de la pensión completa se dispara. En lo que respecta a esta segunda cuestión, el Ejecutivo francés ha establecido que a partir de 2030 habrá que contar con 43 años para disfrutar de la totalidad de la jubilación.

Sin embargo, el instrumento elegido por Macron, al no contar con apoyos suficientes, contempla la posibilidad de presentar mociones de censura como respuesta. Y así ha sido, concretamente dos intentos. La primera, presentada por un pequeño número de diputados agrupados en LIOT (Libertad, Independientes, Ultramar y Territorios), ha sido la que se ha quedado más cerca tras sumar, con el apoyo de la Francia Insumisa y la extrema derecha, que ya advirtió que se sumaría a todas las mociones presentadas, 278 votos favorables. Tan solo nueve votos han distanciado al intento de convertirse en realidad, pero los 287 votos en contra han pesado más, a pesar de que hasta 19 diputados Republicanos han votado a favor.

La segunda moción, presentada por la Agrupación Nacional, partido de ultraderecha de Marine Le Pen, ha contado con menos síes. Esta ha sumado 94 votos, tras contar con pocos más apoyos que los que aúna el grupo ultra en la Asamblea Nacional, y se ha quedado muy lejos de su cometido. Ahora, todos los líderes políticos contrarios ha la reforma han dejado claro que continuarán trabajando para evitar su aplicación. Es necesario una "censura popular" al Gobierno en "cualquier lugar y en cualquier circunstancia", ha defendido Mélenchon, "el Gobierno ya está muerto, solo han faltado nueve votos para tumbar al Gobierno y su reforma", apuntan desde la formación que dirige.

Por su parte, Le Pen pide a Macron que "presente otro gobierno a los franceses", ya que, "la crisis no se resolverá si no lo hace". Mientras, el Ejecutivo francés intenta aguantar el chaparrón y dejar pasar el tiempo, con la esperanza de que las movilizaciones sociales se apacigüen poco a poco. La situación parece la contraria y las manifestaciones no son el único problema para Macron, que presencia como huelgas en sectores tan estratégicos como la recogida de basuras o el ferrocarril amenazan el funcionamiento del país, a la par que reivindican no perder derechos que ya han defendido en otras ocasiones saliendo victoriosos.