El Banco Mundial se lleva las manos a la cabeza. Según sus previsiones, la economía global se contraerá un 5,2 por ciento, lo que supone el mayor desplome desde la II Guerra Mundial (1945). Asía será el único continente que registre crecimiento, previsiblemente del 0,5 por ciento. La eurozona por su parte, se contraerá un 9,1 por ciento.

Entre 70 y 100 millones de personas pueden quedar por debajo del umbral de la extrema pobreza (1,69 euros al día).  En este contexto, ¿en qué situación se encontrará España?

El Banco de España prevé en su último informe que nuestra economía experimente una contracción económica del 15,1 por ciento, con tasas de paro por encima del 18 por ciento, cifra que podría elevarse hasta rozar el 24,7 por ciento una vez se dejen de aplicar los expedientes de regulación temporal de empleo (ERTE) en el contexto de la pandemia; elevados niveles de déficit público -entre el 9,5 y el 11,2 por ciento- y de deuda pública, que pudiera alcanzar el 122 por ciento. Sin duda, de ente todas las previsiones puestas hasta ahora encima de la mesa, el desplome de un 15,1 de la economía es el peor de todos los pronósticos.

 “Aunque las garantías públicas mitigan el riesgo de impagos crediticios y limitan su impacto sobre el capital bancario, habría un mayor volumen de quiebras empresariales, lo que se traduciría en una disminución del stock de capital de la economía y un deterioro más persistente del mercado de trabajo. Todo ello repercutiría en un retroceso del PIB del 15,1 por ciento en 2020, en tanto que el nivel de producto al final del horizonte de proyección sería todavía más de 5 puntos inferior al del final de 2019”, asegura la institución en su informe. Además, estima que la crisis económica tendrá forma de “uve asimétrica” y que el PIB podría caer entre un 16 y un 21,8 por ciento en el segundo trimestre del año. ¿Qué significa esto?

La recuperación será más difícil para España que para la mayoría de los países vecinos de la eurozona. Nuestro país depende económicamente del sector turístico, uno de los más golpeados por la pandemia, y de las pymes, también gravemente afectadas por las medidas restrictivas. La dificultad para acceder a las fuentes de liquidez y el incremento del gasto público son algunos de los factores que afectarán a la recuperación económica. De hecho, según la Plataforma Multisectorial contra al Morosidad (PMcM), un 20 por ciento de las pymes cerrarán en el proceso de desescalada. Todo un drama para los autónomos.

En este contexto, el Banco de España insiste en que la ayuda de Europa ha de venir con condiciones. ¿Por qué? Sencillo, para obligar a nuestro país a cumplir con la hoja de ruta. 

De hecho, la institución propone que, para acceder al fondo europeo de fondo europeo de recuperación, los países beneficiarios asuman reformas estructurales –que atajen el elevado nivel de desempleo, la corrección del déficit de la Seguridad Social, los problemas de recaudación, el agujero fiscal etc.- que impulsen el crecimiento económico, de lo contrario, toda ayuda caerá en saco roto.

Para hacernos una idea, España tan sólo ha cumplido con sus objetivos de déficit en una ocasión: el año 2012. Nos situamos, por lo tanto, sobre una década de promesas fallidas que sirve de trampolín para generar la desconfianza entre nuestros vecinos del norte de Europa, que asumen que tendrán que financiar a España. Es hora de sacar músculo y asumir, como solicita el Banco de España, un elevado grado de responsabilidad fiscal.