La promesa de salarios cuantiosos, una tasa de desempleo históricamente elevada, junto con un sector que tiende a fomentar el individualismo y la competitividad exacerbada entre la plantilla son el caldo de cultivo perfecto para el desarrollo de la esclavitud del Siglo XXI: la realización de horas extraordinarias sin ningún control y al margen de la legalidad vigente.

Hace apenas unos días, saltaba la noticia de que la Inspección de Trabajo había comenzado una investigación en las principales consultoras de España, conocidas como las Big Four (Deloitte, KPMG, EY, PWC) para indagar en las jornadas maratonianas que realizan sus empleados. No es difícil encontrar en las redes sociales y en diversos medios de comunicación testimonios de extrabajadores y extrabajadoras asegurando que las horas extra son más que comunes en estas grandes compañías.

Y en vista de todo esto, podemos decir que las Big Four no han inventado nada nuevo. Han construido un modelo de rentabilidad de negocio sobre incumplimientos flagrantes de la normativa laboral, como antes lo han tratado de hacer otras compañías. Este es también, por ejemplo, el modelo de negocio precario de las plataformas de reparto, que extraen sus beneficios fundamentalmente del abuso del trabajador.

Lamentablemente no son infrecuentes las empresas que incumplen los límites cualitativos y cuantitativos de la regulación de la jornada. Respecto de los primeros, algunas empresas potencian que los trabajadores realicen más horas de las permitidas legalmente e, incluso, han instaurado políticas de empresa que fomentan que las personas trabajadoras perciban que la realización de horas extraordinarias constituye un deber obligatorio (aunque legalmente son voluntarias y el empleador no puede imponerlas).

En cuanto a los límites cuantitativos, existen también empresas que no respetan el máximo de 80 horas extraordinarias anuales compensables económicamente y exigen ilegítimamente a sus plantillas la realización de más horas sin compensación en descanso. El respeto de la jornada y de los permisos y tiempos de descanso entre jornadas son reclamaciones irrenunciables de las personas trabajadoras en España. Cualquier proyecto empresarial debe entender que solo podrá desarrollarse en nuestro país respetando las reglas del Estado del Bienestar y, de forma particular, asegurando que la jornada laboral ordinaria y extraordinaria respeta los límites legales y convencionales.

Para tratar de evitar situaciones como las descritas estos días en la prensa, hace tiempo que se impuso la obligación de crear un registro de jornada en cada centro de trabajo. Esta útil herramienta debería permitir controlar excesos y garantizar el descanso y el derecho a la desconexión digital de las personas trabajadoras. Lamentablemente, es evidente que no está funcionando de forma tan eficaz como pretendía.

En primer lugar, porque no todas las empresas están incorporando de forma correcta mecanismos de control efectivos y verificables. Es urgente que se opte por sistemas no manipulables en el tiempo, que aseguren la trazabilidad y la veracidad de los datos introducidos directamente por la persona trabajadora. En segundo lugar, porque estos sistemas son más eficaces cuando la jornada se desarrolla íntegramente de forma presencial, pero no son tan fiables para controlar la prestación de servicios fuera del centro de trabajo, bien por errores de la persona trabajadora o bien porque la empresa incumple el derecho a la desconexión y dicha infracción no queda registrada. En este sentido, es necesario que se implanten protocolos que posibiliten evitar comunicaciones y reuniones fuera de la jornada laboral, incluso aunque cuenten con el visto bueno de la persona trabajadora.

Respetar los límites de la jornada no es una exigencia baladí. Jornadas largas y extenuantes provocan cansancio, menor concentración y, por tanto, mayores accidentes profesionales. De hecho, el exceso de trabajo es el principal motivo de mortalidad laboral en el mundo, según datos de la Organización Internacional del Trabajo en colaboración con la Organización Mundial de la Salud. Debemos sentarnos a negociar de forma urgente mecanismos que aseguren el correcto y efectivo control de la jornada y del descanso de las personas trabajadoras.