Es habitual comenzar el año con las típicas bajadas y subidas de servicios públicos (peajes, luz, gas, tasas, transportes…) pero este 2020 comienza además con una subida de comisiones en muchas entidades financieras que empezarán a aplicarlas en este mismo enero o a partir de febrero. Muchos españoles ya han recibido cartas donde se les anuncian las nuevas tarifas que regirán este año y que sobre todo afectan al mantenimiento de las cuentas corrientes, pudiéndose llegar a pagar hasta 200 euros anuales por tener el dinero a la vista.

Ya hemos hablado aquí de que los bancos españoles no piensan, de momento, cobrar a los clientes por sus depósitos ante el escenario de tipos negativos. Solo las empresas y no todas están empezando a pagar por mantener depósitos en el banco con un tipo negativo medio que ronda el 0,17%. Pero está claro que van a hacer un esfuerzo ímprobo por expulsar a los clientes que no les resultan rentables.

El criterio a seguir es que, al menos, se tenga domiciliada la nómina con varios recibos o que se suscriban productos financieros, principalmente fondos de inversión de los que cobran unas jugosas comisiones de gestión con independencia del resultado que obtengan. O el cliente está vinculado al banco, o tendrá que empezar a pagar cantidades importantes al mes como los 14 euros que tiene previsto cobrar Bankia desde mediados de febrero. El concepto de vinculación podría ser fácilmente sustituido por el de cliente interesante con el que se gana dinero por otros conceptos o el cliente que no aporta nada a la entidad financiera. Históricamente las cajas de ahorros existían, entre otras cosas, para evitar esas distinciones y evitar la exclusión social de los menos adinerados.

Ahora, la exclusión social está servida, tanto por el cobro de comisiones o elevación de las mismas a partir de este año o por la escasez de oficinas bancarias que ha ido acompañada de la salida de miles de empleados bancarios. Algo que se ha hecho especialmente relevante en la España vaciada en la que algunas entidades llevan dos veces a la semana oficinas móviles en autobuses para facilitar la liquidez de los habitantes de esas poblaciones.

Pero esta estrategia bancaria tiene una lógica aplastante. Los bancos españoles sufren de escasa rentabilidad ante los tipos negativos. La forma más sencilla para ser más rentables en este entorno es recortando gastos. El cierre de miles de oficinas después de la hiperinflación que se produjo con el boom de las hipotecas ha venido acompañado de la salida del personal y además de una ratio más bajo de números de empleados por sucursal. Después de llevar a cabo estos recortes, le tocaba el turno al cliente. Así, mantener clientes que no le den a la entidad financiera alguna rentabilidad supone solo un coste que hay que reducir.

La respuesta de los clientes tendrá que venir con el cierre de cuentas corrientes en aquellas entidades que no tengan su nómina o productos financieros para evitar unas comisiones elevadas mientras no consiguen tampoco ninguna ganancia por tener depositado allí su ahorro. Se pondrá fin a la tendencia de disponer de dos o más cuentas corrientes en bancos distintos para concentrarse solo en uno de ellos que no les cobre comisiones o que éstas sean muy bajas.

Una situación que se produce justo cuando el número de entidades financieras se ha reducido mucho y lo va a hacer aún más en este año con fusiones previstas para la banca pequeña y mediana (casos de Liberbank o Unicaja) o con operaciones de mayor calado como las que se han barajado entre BBVA y Bankia. La concentración bancaria es un hecho en toda Europa y muy especialmente en España después de desaparecer casi medio centenar de cajas de ahorros como consecuencia de la crisis financiera iniciada en 2008. Una escasez de jugadores bancarios que complica la competencia. Un hecho que sufren sobre todo las empresas a la hora de financiarse con menos opciones para conseguir dinero.