El excomisario europeo responsable primero del Mercado Interior y después de la Competencia, un elegante economista de 68 años motejado como El Cardenal, es asesor de Goldman Sachs como lo fuera Mario Draghi el nuevo gobernador del Banco Central Europeo.

¿Se acuerdan ustedes de este banco de inversión, que propició y encubrió las mentiras del gobierno conservador griego? Parece que a los expertos no se les reclama las responsabilidades que exigimos de los políticos.

Monti pretende salvar a Italia con un gobierno de expertos.  Que Dios le ilumine y salve a la tercera potencia de la zona euro, demasiado grande para que con ella no caiga la moneda común.

En todo caso bendito sea este tecnócrata si ha servido para que Italia se quite de encima la pesadilla del Cavaliere.

En Grecia ha pasado un tanto de lo mismo. Gorgos Papandreu, un hombre de la izquierda, no ha sido descabalgado por su oposición de derechas, que por cierto es la que engañó a la Unión falsificando las cuentas, sino por el advenimiento de un tecnócrata.

Papandreu que había sido elegido por mayoría absoluta, ha tenido que ceder los trastos a Lukas Papademos exvicepresidente del Banco Central Europeo (BCE).

A falta de verdaderos líderes políticos se recurre a los técnicos. No está mal que los gobernantes sepan sumar y restar pero la emergencia de los técnicos es producto del miedo y la constatación  resignada de la impotencia política.

Sin embargo lo que ahora precisa Europa son soluciones y líderes políticos, ilustrados, naturalmente, por buenos técnicos: economistas, sociólogos, moralistas…

No hay una sola solución a los problemas que hoy nos angustian sino distintas propuestas para cuya definición no es indiferente la perspectiva ideológica.

No entiendo como un avance la resurrección del despotismo ilustrado con su lema de “Todo para el pueblo pero sin el pueblo”.

Otra cosa diferente es que en algunos países, pongamos España, se propicie el consenso en sus distintas fórmulas ante la gravedad de la situación.

Pero, ojo, tampoco santifiquemos el consenso a toda costa, diluyendo las diferencias entre los enfoques de la izquierda y de la derecha.

Habría que evitar, por ejemplo, el espectáculo de la reforma tecnocrática de la Constitución que acordaron, lamentablemente, sin luz ni taquígrafos,  José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy.

José García Abad es periodista y analista político