El “sí condeno pero…”, el rechazo a las amenazas recibidas por Marlaska, Pablo Iglesias y María Gámez pero matizadas con algún reparo o haciendo comparativas con otras, empieza a ser desesperante. En el fondo no aplicar contundencia clara y nítida a estos hechos no se explica salvo por el intento o de blanquear a la extrema derecha, simpatizar con ella o miedo a que estas acciones propias de terroristas pudiesen ser rentabilizadas por la izquierda. Y cuando eso se produce es porque simplemente se está haciendo política en un bando concreto. Si eso es grave en un responsable político, mucho más lo es cuando el mensaje de falsa condena e hipócrita y endeble equidistancia se produce.

La imagen más conservadora fichada por Canal Sur en forma de periodista, Mariló Montero, miembro también del equipo directivo de la televisión, no ha disimulado nunca sus simpatías muy conservadoras y en línea con el PP en su columna semanal en prensa andaluza bajo el título muy taurino de “Por montera”. Nada que objetar que en las columnas periodísticas subyazcan ideas y análisis con perspectiva doctrinal. Eso es ejercicio de libre periodismo y se ofrece al gusto del consumidor. Distinto es que esas ideas se acojan en los informativos de una televisión pública como Canal Sur cada día más plegada al pacto PP-Cs-Vox.

Pero también es muy distinto que en esa libertad de opinión que también tenemos los periodistas aniden posiciones nulas o tímidamente condenatorias de un hecho tan execrable como las amenazas recibidas, con balas y carta, por el Ministro del Interior, la Directora de la Guardia Civil y Pablo Iglesias. En eso, frente común sin dobleces ni dudas desde la profesión periodística, baluarte en defensa de la democracia.

Por eso, aunque la capacidad para sorprender de Mariló Montero cada día es más escasa, su columna habitual de cada sábado en Diario de Sevilla, se puede calificar cuando menos de polémica. Tras un inicio de su pieza en la que reflexiona sobre lo que entiende como que “Las elecciones de Madrid se están convirtiendo -o mejor, podrían convertirse de una vez-, en el detonante para el principio del fin del estilo político que se ha asentando en España”, pasa a hacer una crítica de la clase política: “Llegan a la política para tener un trabajo bien remunerado. Echando mano de sus currículums, la preparación de muchos de ellos es muy insuficiente como para asumir y estar a la altura del cargo que se les otorga en las elecciones. Debería exigirse ya una preparación mínima, de alto nivel, que evite vuelvan a repetirse situaciones tan deleznables como el último debate entre los líderes que batallan por el primer puesto en la capital de España”. Luego -hay que reconocerlo- rechaza lo sucedido: “Nadie, nadie en nuestro país debería sentir la ligereza al enviar un sobre con una nota amenazando a la persona y de paso a su familia, en un sobre relleno de balas”.

¿Y en qué momento se jodió la columna?
Pero todo eso, que una parte sería respetable como opinión personal y la otra, la de la condena, sería asumible por todos, lo tira y lo estropea con una sola frase para la duda y la polémica: “Hay a quienes, supuestamente, les viene bien recibir una amenaza que, saben, no se va a cumplir”. Intolerable expresión que deja sin credibilidad la condena anterior. Es como si al final condenase con la “boca chica”, sin mucha gana. Parafraseando a Zavalita en “Conversación en La Catedral”, de Mario Vargas Llosa, en ese momento la columna se jodió.

Y viendo el colofón final de su artículo parece que su rechazo de las amenazas solo hubiera sido una excusa para quedar bien, políticamente correcta pero, finalmente, meter la “morcilla” pretendida como era la de criticar a Pablo Iglesias y dejar la duda sobre si las balas y la carta fueran algo cierto o serio. El rédito político pasa a primer plano frente a los graves hechos acontecidos.