“Por los cientos de miles de asesinados y fusilados, por los presos y torturados, por las que sufrieron las violaciones y el exilio, por cada nombre perdido que merece la pena ser recordado, por todas esas manos que se alzaron para que las nuestras pudieran hoy sostener esta bandera, por todos los que murieron en la lucha contra el enemigo”. Por todos ellos y ellas, miles de jóvenes tomaron Madrid este fin de semana, tiñendo de rojo una vez más la capital y exhibiendo fuerza frente a la “escoria fascista” que manchaba las mismas calles horas antes, alabando al dictador sanguinario.
Carlos, Lucrecia, Guillem, Yolanda, Richard y muchas más vidas antes que las suyas perecieron combatiendo al fascismo y a quienes, todavía a día de hoy, campan a sus anchas enarbolando la bandera del odio y la reacción. Pero sus nombres no serán jamás olvidados, resuenan ahora más alto que nunca a modo de memoria y de anuncio de una lucha que se mantiene vigente y se agrupa en los barrios y en torno a movimientos como la Coordinadora Juvenil Socialista (CJS). “Abajo la escoria fascista, abajo las fuerzas reaccionarias”, gritaban este sábado miles de jóvenes en la Plaza del Campillo del Nuevo Mundo. “No pasarán”, respondía la historia.
Mami que voy pa’ la mani, que a lo mejor ya no vuelvo
El frío apretaba y algunos jóvenes recordaban que habían estado antes en aquella misma plaza, pero cambiando cromos, una tradición arraigada en el Rastro de Madrid. Gran parte de los asistentes se retrasaban después de asistir a la manifestación antifascista, en la que se agrupaban decenas de colectivos de toda la Comunidad, que se celebraba con antelación al acto político de la organización integrada en el Movimiento Socialista. Una marcha para denunciar la impunidad del franquismo y sus crímenes, recordar a sus víctimas y reclamar una verdadera ruptura con aquel régimen, lejos de la impostada Transición.
Un encendido de luces -más bien bengalas- que no podía estar más alejado del teatrillo navideño que José Luis Martinez-Almeida protagonizaba simultáneamente a pocos kilómetros. Gata Cattana a capela y el acto estaba listo para empezar. “Nos hacemos eco del legado y la memoria de quienes nos precedieron, quienes lucharon contra la dictadura y durante la Transición. Su memoria ha intentado tergiversarse, pero su lucha fue contra la opresión y la explotación, no por el régimen actual”, resumía a ElPlural.com Marta, militante de CJS, lo que sus camaradas habían gritado antes.
Seguiremos luchando porque su muerte no fuera en vano
“Dieron su vida por una causa que pretendemos llevar a último término”, desgranaba con voz firme y brillo en unos ojos que todavía no se habían recompuesto por completo del homenaje. “Nos apena y nos duele en el alma todos los días que no puedan estar con nosotras, pero esperamos que se fueran sabiendo que quedan en nuestra memoria, son reivindicados, homenajeados y, sobre todo, que son la gasolina que hace que esta lucha pueda continuar. Seguiremos luchando porque su muerte no fuera en vano”, dejaba claro el objetivo.
La memoria puesta en un periodo tan oscuro como largo de la historia española. La mirada fija en la construcción de un futuro que emancipe a la misma clase trabajadora que hace 50 años se libró del dictador, pero no de su poso institucional y legado, que recupera fuerzas con la ascensión fascista que amenaza a occidente. También en esta ocasión encontrarán respuesta. “Como juventud trabajadora no estamos despolitizadas ni apáticas, estamos organizadas, somos más, más fuertes y vamos a hacerle frente al fascismos en todas sus formas”, advertía Marta.
“Hay que combatir el discurso del fascismo, que cala fácil y rápido, y tiene unos recursos y medios de comunicación para que prolifere rápido”, aseveraba con contundencia la joven militante. “Desmontarles, desmentirles, presentar la verdad y defenderla. No tener miedo, no agachar la cabeza, recuperar las calles y hacerles frente”, ahondaba. “Discutirles y combatirles” es el camino que la juventud socialista ha elegido, el que defendía Marta apoyada en un banco de una plaza más de Madrid, sus dos compañeras desde un escenario y los miles de asistentes allí presentes, entre banderas rojas y camaradería.
“El gallo negro era grande, pero el rojo era valiente”, despedía el acto un coro comunista que terminaba por emocionar a los asistentes. Rabia, que no permite ni el olvido ni el perdón, y orgullo, tras una muestra de fuerza y unidad que da esperanzas en la lucha, se mezclaban en la plaza mientras militantes y simpatizantes ya se abrazaban y saludaban más ociosamente. Aún olía a bengala, pero aquella plaza parecía no ser la misma que dos horas antes. El miedo a no volver no parecía estar presente allí. “No se rinde un gallo rojo más que cuando está ya muerto”.