La campaña catalana llega a su ecuador sin poder salir del punto muerto en cuanto a posibles pactos de gobierno. La única cosa clara a estas alturas según los sondeos es que ERC sigue en el fiel de la balanza; de los republicanos dependerá la conformación de un gobierno independentista o de un gobierno de izquierdas, queden en primera o en tercera posición. Pere Aragonés sigue buscando un cara a cara con Salvador Illa para poder visualizar una confrontación con los socialistas que en los debates generales no consigue imponer, entre otras razones porque el aspirante socialista rehúye el cuerpo a cuerpo siempre que puede para no empañar la buena situación que le auguran las encuestas, especialmente las del CIS que le dan como claro ganador.

El debate de media campaña se celebró en el programa Aquí amb Josep Cuní en la SER-Cataluña. Fue un debate a siete, el candidato de Vox no fue invitado y el del PP no pudo asistir por dificultades de agenda. Por primera vez en mucho tiempo, el conflicto político de Cataluña no monopolizó las intervenciones; la mesa de negociación, el referéndum, la amnistía para los presos del Procés o la reactivación de la unilateralidad quedaron al margen de la discusión. Este silencio benefició al candidato Illa que al menos por una vez vio cumplido su propósito de “pasar página” de la década ominosa. Es muy probable que en el próximo debate, el de TV3, se vuelva a la página anterior para satisfacción de la audiencia de la televisión pública catalana.    

La gestión de la pandemia y las repercusiones políticas y económicas de la crisis desatada por el coronavirus centraron la hora y media larga de debate, sin novedad a reseñar en los argumentos habituales y manteniendo por parte de todos la incógnita de cómo pagar las inevitables mejoras que requiere el servicio de salud pública o el importe de las ayudas a los diferentes sectores productivos. Las apelaciones genéricas a una mejora del sistema de financiación, al desiderátum del estado propio como panacea de todas las soluciones, la consabida reforma fiscal o las referencias habituales al coste de los “chiringuitos del Procés” como fuente alternativa de recursos (unos 900 millones, según Carrizosa) ni siquiera levantan ya el tono de las intervenciones.

El agotamiento de la política catalana y el de los propios protagonistas parece haberse adueñado de la campaña. La vaguedad de las propuestas formuladas durante el último debate  queda en evidencia si se constata que lo más celebrado y criticado en el post debate fue la promesa de Salvador Illa de rebajarse el sueldo de presidente en un 30% de ser el caso de poder acceder a la presidencia.

La otra novedad registrada fue el compromiso de todos los aspirantes a no poner en duda la legitimidad del resultado del 14-F sea cual sea el porcentaje de la abstención. Dicho compromiso constituiría una obviedad democrática que no requeriría mayor atención de no ser porque algunos sectores minoritarios del independentismo flirtearon en el primer momento con la deslegitimación de la convocatoria tras la intervención del TSJC para anular el decreto de suspensión electoral presentado por la Generalitat.

La gran animadora de la campaña es Laura Borràs, firme defensora (casi única) de Quim Torra, su hispanofobia galopante y su crítica permanente a la contemporización de ERC respecto de los socialistas (españoles y catalanes) le han concedido una protagonismo indiscutible que mantiene vivas las probabilidades de volver a derrotar a ERC, según varias encuestas. Su centralidad, sin embargo, no se explica tan solo por su habilidad retórica; su condición de investigada por el Tribunal Supremo por unas supuestas irregularidades en la gestión de diversos contratos en su etapa de presidenta de la Institució de les Lletres Catalanes le han otorgado una atención complementaria. No hay entrevista sin referencia al caso e incluso Oriol Junqueras mencionó que en su situación Borràs no podría ser candidata por ERC. También en la CUP han surgido dudas sobre la conveniencia de votar a la candidata de JxCat. Ella no se sale del guion-mantra: me investigan porque soy independentista.

La gran sorpresa de la campaña es el escaso papel que está jugando Carles Puigdemont. Quedan días suficientes para que el ex presidente de la Generalitat y primer candidato de JxCat remonte el vuelo; de todas maneras, su pasividad hasta la fecha vendría a confirmar la escasa sintonía entre él y Laura Borràs, así como las diferencias aireadas sobre el contenido del programa electoral.