A un año vista de las municipales, las llamadas alcaldías del cambio, como son las de Manuela Carmena, Ada Colau o Kichi González, pueden ya ser evaluadas por sus actos. Es momento de repasar sus activos como gobernantes de las principales capitales de España. Analicemos a la polémica anti activista de la PAH. Barcelona ¿está mejor o peor que antes de Colau?

“Pararemos todos los desahucios en Barcelona”

Una de las principales promesas que Ada Colau formuló en campaña fue la de detener los desahucios que se producen en la capital catalana. Teniendo en cuenta que la edil había sido la máxima dirigente de la PAH (Plataforma Anti Desahucios), buena parte de su electorado, formado por clases trabajadores y medias que habían visto cómo los bancos se quedaban con su casa sin admitir la dación en pago, viéndose obligadas a abandonarla, pero, eso sí, siguiendo con la deuda con la entidad bancaria. Muchos esperaban de Colau que éste terrible procedimiento se parase de alguna manera.

En Cataluña, a día de hoy, siguen los desahucios en la misma proporción que antes de la llegada de los alcaldes de la nueva política. En la Ciudad Condal se siguen produciendo de manera constante casi medio centenar diario. Distritos duramente golpeados por la crisis, puramente obreros como Nou Barris, sufren en sus carnes esa lacra social. Entre enero y septiembre se produjeron casi 3.300 desalojos de vivienda y locales, de los que el 90% fueron de arrendamientos (2.296) y el resto por impagos de la hipoteca (353). Añadamos que la tendencia en Barcelona es más pronunciada que en el resto de España, puesto que el 53% de los llamados piadosamente “lanzamientos” provienen de alquileres de vivienda, aproximadamente un 53%.

Son datos que facilita el Consejo General del Poder Judicial, fríos, contundentes. Permiten afirmar que no por estar Colau al frente de la alcaldía, hay menos desahucios ni se ha visto menos gente despojada de su casa o su negocio. Incumplió una de sus promesas estrellas.

Otro de sus caballos de batalla fue luchar contra los pisos turísticos ilegales, que pusieron en pie al popular barrio de la Barceloneta, plagado de pisos ilegales, que han provocado numerosos incidentes con los vecinos. Éstos, hartos de la pasividad municipal, organizaron una campaña durísima de protesta. Primero, contra el anterior gobierno de Xavier Trías y ahora contra el de Colau. Ni que decir tiene que el problema, lejos de estar resuelto, está a punto de estallar con la llegada del verano y la nueva temporada turística.

Ni la tradicional política cultural que fue durante decenios uno de los buques insignia de la política municipal tiene norte ni cabeza, ni los servicios sociales se han visto reforzados con medios humanos y económicos. Las Asambleas de Barrio que se han organizado cuentan con una mínima asistencia y todos son más o menos proclives a las formaciones de Barcelona en Comú o las CUP. Las conversaciones que Colau ha mantenido con entidades bancarias no han servido para más que hacerse una foto, sin resultados concretos para detener los desahucios. Lo mismo pasa con respecto a su actitud ante un evento de ciudad como el importantísimo Mobile Trade World: ha sido ambigua.

Dedazo y dejación

Colau ha tomado decisiones cuando menos chirriantes éstos meses. Por ejemplo, colocando a dedo a su pareja, a las parejas de sus cargos de confianza; aumentando en secreto los sueldos de sus cargos de confianza, y con una dejadez rayana en la inconsciencia en todo lo que hace referencia al orden público. Desde permitir copular en un andén del metro municipal, a defender que el colectivo del top manta campe a sus anchas, llegando incluso a enfrentarse violentamente con ciudadanos y policías municipales. Ha sido incapaz de negociar con el comité de empresa de Transportes Municipales de Barcelona, teniendo sus ciudadanos que soportar varias huelgas.

Recientemente ha hecho lo que no puede por menos que calificarse como una grave dejación de funciones de su cargo en lo que atañe a los gravísimos incidentes organizados por grupos radicales en el barrio de gracia. Los okupas del “banco expropiado” han encontrado más apoyo por parte de la alcaldesa que los policías encargados de velar por el orden público o los propios vecinos, hartos ya de tanto escándalo y violencia. Por si fuera poco, su acusación contra su predecesor Xavier Trías de haberles pagado alquiler e impuestos se le ha vuelto en contra, puesto que ella también hizo lo propio durante meses.

Ha conmocionado Colau, durante este año, las aguas institucionales al afear a las Fuerzas Armadas su presencia en el Salón de la Educación, ha impedido colgar una enseña nacional en el balcón del ayuntamiento durante las Fiestas de la Mercè, una de las dos patronas de Barcelona, ha retirado el busto del rey Juan Carlos I del salón de plenos.

Tragándose sapos, ha aguantado gestos provocativos de las CUP, en especial de Garganté, que presuntamente intimidó a un médico que atendía a un mantero, para que el facultativo incluyese en su informe que el vendedor ilegal había sido lesionado por la policía. No hace mucho defendió también a su concejal Jaume Asens, al que se le acusa de presuntamente haber llamado a la abogada de una guardia urbano agredida por otro mantero, con la intención de que ésta no pidiera cárcel para el sujeto.

En su actuación también se reclama que no ha impedido la fuga de empresas hoteleras que pensaban instalarse en Barcelona y se han ido a Madrid, debido al caos administrativo que reina; ha amenazado con quitar las terrazas de bares que son las que dan de comer a infinidad de pequeños empresarios que tienen ahí su sustento; se ha inhibido en aspectos tan importantes como son la parte logística del puerto barcelonés – uno de los tres más importantes del Mediterráneo – o se ha cargado a saco la televisión y radio municipal.

La lista es mucho más extensa, pero Colau va a la suya y ahora confía la gestión a Collboni y los socialistas, que intentarán salvar de la quema lo que puedan. Al paso que va la alcaldesa, que flor que toca la deshoja, lo dudamos mucho. Por lo pronto, se enfrentará a una huelga de policías municipales si nadie lo remedia. Lo dijo el clásico, si monumentum requiris, cirscumpice.