El presidente de la Generalitat, Quim Torra, acudió a The Alex Salmond Show de la cadena RT para confesarle al exprimer ministro escocés lo que él consideraría “un trato razonable” con el presidente Pedro Sánchez: dejar de lado el referéndum del 1-O y la proclamación de la República si el gobierno central autoriza un referéndum sobre la independencia de Cataluña. Tras el fracaso de la vía unilateral del anterior gobierno catalán, ahora la estrategia para salir del atolladero en el que está el independentismo pasa por sugerir al gobierno español que desobedezca al Tribunal Constitucional. ¿Un desafío o una boutade?

El TC ha repetido que no puede celebrarse un referéndum sobre la independencia de Cataluña sin antes modificar los artículos de la Constitución referentes a la unidad de España. También es cierto que algunos juristas intuyen posible autorizar una consulta no vinculante sobre la hipótesis de la independencia y que los independentistas suponen que el gobierno y los parlamentos (incluso los autonómicos) lo pueden todo, sin necesidad de reformar la carta magna. Ensayaron esta manera de hacer las cosas a propósito de las leyes suspendidas del referéndum y la transitoriedad a la república, con un resultado pésimo: el gobierno que lo intentó está procesado, huido o en prisión provisional.

La propuesta de Torra no es nueva en cuanto a la música de fondo, aunque si en la claridad formal con la que ha sido expresada ahora. Hasta hace poco, sus portavoces intentaron hacer creer a sus seguidores que la cuestión del referéndum o de la autodeterminación podía formar parte de las conversaciones políticas abiertas por Pedro Sánchez, e incluso introducirse en el orden del día de la comisión bilateral. Cerradas estas vías, con el desconcierto creciente entre las filas soberanistas por la falta de concreción en los pasos a seguir a partir de septiembre, con Puigdemont achuchando para obtener unas nuevas elecciones catalanas, Torra parece dar la razón a quienes le critican por relativizar el mandato del 1-O o por presentar una república de quita y pon, según las circunstancias.

La formulación de su “trato razonable” incurre manifiestamente en la utilización instrumental de los hechos de octubre y suscita la sospecha de un presidente de discurso errático o improvisado, aunque muy probablemente habrá quien lo califique de hábil y exquisito político por pasar la pelota al adversario, poniéndole en un compromiso. De su propuesta, negar todas las verdades irrefutables defendidas desde otoño por el independentismo para obtener un referéndum pactado, pueden deducirse tres interpretaciones.

Primera suposición: está engañando de nuevo a la parroquia soberanista sobre una hipótesis increíble a corto y medio plazo, dada la doctrina del TC y solo busca pasar los días y las semanas para llegar a la fecha legal para convocar elecciones. Segunda: no ha escuchado ni leído ninguna de las muchas declaraciones del presidente Sánchez y de sus ministros negando la eventualidad de un referéndum sobre la independencia. Tercera: si ha leído y escuchado a los portavoces del gobierno central y a pesar de todo dijo lo que dijo en el The Alex Salmond Show; una de dos, o nos sugiere que Pedro Sánchez, su gobierno o el PSOE, están dispuestos a negociar en secreto una salida política de difícil encaje en la doctrina constitucional vigente y contraria a todo lo dicho en público o, simplemente, habla por hablar, confundiendo a todo el país con su propia confusión.