Jordi Pujol vive pendiente de la Audiencia Nacional desde hace diez años por unos dineros legados, según asegura, por su padre Florenci, depositados en Andorra y camuflados a la hacienda española; además, ha sido señalado como capo de mafia de una familia escrutada por la justicia, aunque todavía no juzgada. Sin embargo, sus seguidores quisieran superar ya el ostracismo político y social al que ha sido sometido Pujol durante este periodo por su confesión y en parte, también, por la euforia del Procés, que nunca contó con él. Aquella euforia se ha transmutado en depresión y casi desesperación por la inexistencia de referentes. Y de repente, resucita Pujol. Él se deja querer, aunque todavía mantiene en secreto su último libro, su reivindicación final ante la historia, esperando el momento propicio.

Esta semana se ha presentado la reedición de su obra primigenia, Dels turons a l’altra banda del riu, subtitulado “entre la acción y la esperanza”, escrito en la cárcel a principios de los años 60 y publicado en 1978. En esta obra de juventud, Jordi Pujol relata su visión para la reconstrucción de Cataluña tras la Guerra Civil a partir de una visión casi religiosa que tuvo de adolescente desde la cima del Tagamanent. La reedición de su manual de acción política por parte de la editorial Comanegra fue solo la excusa formal para reunir por primera vez en una década a la flor y nata de la vieja Convergència para homenajear abiertamente y sin matices a su veterano y dolido líder.

Cuarenta y cinco años después, tras una larguísima presidencia de la Generalitat, una acusación no resuelta sobre un delito fiscal, además de un viacrucis debido a la actividad económica sospechosa de sus hijos y un ictus sufrido hace cinco meses, Pujol reconoció ante sus fieles: “Me he fallado al joven que yo era”. Cuando Pujol escribió su libro-guía ya era una leyenda nacionalista. Había liderado una campaña contra el director de La Vanguardia de la época, Luis de Galinsoga, por una ofensa escatológica a los catalanes, y había redactado una octavilla contra la presencia en Barcelona del general Franco. La octavilla fue descubierta en casa de uno de los detenidos por los hechos del Palau de la Música, en los que la entonación por parte del público de El Cant de la Senyera, desencadenó múltiples detenciones. Pujol no estaba inicialmente entre los detenidos porque no asistió al concierto. Sin embargo, identificado como el auto de la octavilla fue condenado a prisión por un tribunal militar, tras ser torturado en comisaría.

Aquella estancia en la cárcel y su posterior destierro en Girona asentaron su figura de líder nacionalista lo que le permitió fundar CDC y posteriormente presidir la Generalitat de las dos últimas décadas del siglo XX y primeros años del XXI. Pujol nunca fue un independentista, de joven, acaso, fuera federalista por un tiempo; por eso, los dirigentes que creyeron llegado el momento de declarar la independencia en 2017 no le echaron en falta ni le solicitaron su apoyo, retirado como estaba en aquel momento por su confesión de evasor fiscal. Hace un par de años se dejó entrevistar, amigablemente y largamente, por Vicenç Villatoro en un libro titulado “Entre el dolor y la esperanza”, de claras reminiscencias con su obra fundacional. El intento no tuvo el éxito esperado y el ex presidente de la Generalitat siguió siendo persona non grata en los cenáculos institucionales; sus títulos, placas conmemorativas y premios otorgados cuando era el “padre de la patria” siguieron anulados.

El fracaso del Procés, la división del independentismo y la desorientación de los herederos de CDC, aglutinados entre Junts, el PDeCat y unos cuantos partidos minúsculos, le ha abierto a Pujol una ventana de oportunidad, tal vez algo precipitada, dado que todavía no hay desenlace judicial de su caso ni el de sus hijos. Junts se ha decidido a tantear el terreno para una eventual recuperación del discurso moderado y pactista de CDC con el retorno de Xavier Trias a la política municipal, aspirando a la alcaldía de Barcelona. Trias no estuvo presente en el acto de reafirmación pujolista de la obra literaria de Jordi Pujol, pero nadie puede dudar de su adscripción al pujolismo triunfante de otras épocas.

Una lectura muy diferente a la ausencia de Trias tuvo la no presencia de Laura Borràs y Jordi Turull, presidenta y secretario general de Junts, respectivamente. Borràs no pasa por su mejor momento, y Turull juega al equilibrio entre el retorno a las esencias pujolistas y la defensa de la trinchera soberanista para no ceder todo el campo a ERC. Por una u otra razón, ni Borràs ni Turull van a estar en condiciones de liderar al partido en las próximas elecciones autonómicas y el catálogo de candidatos será más o menos amplio en función del resultado de la “experiencia Trias”. Por si se da el caso, Artur Mas y muchos de sus consejeros durante su gobierno no perdieron ocasión de estar en primera fila para contemplar la resurrección de Pujol.