Las cuentas pendientes no se saldan en política con el olvido, reaparecen el día menos pensado en forma de rumor o en declaración oficial, pero siempre vuelven porque los acreedores no aceptan que se contabilicen como fracasos. La investidura de Carles Puigdemont como presidente de la Generalitat desde su residencia en Bruselas, fallida por la intervención del Treibunal Constitucional (TC), y el proyecto de conexión del tranvía por la Diagonal de Barcelona, tumba de un alcalde socialista y gran esperanza para la reelección de Ada Colau, han vuelto. En ambos casos, el papel de ERC fue determinante y lo sigue siendo.

Carles Puigdemont no perdonará en su vida la decisión del presidente del Parlament, Roger Torrent, de poner en marcha el reloj de la investidura cuando los partidarios de su grupo promovían la desobediencia a la prohibición del TC, pretendiendo una proclamación de un Muy Honorable ausente del país por causa judicial. El legitimismo nunca ha renunciado al regreso simbólico del presidente Puigdemont, el propio Quim Torra alienta esta teoría definiéndose a menudo como el guardián del Palau de la Generalitat, a la espera del retorno del presidente legítimo. Durante las fiestas navideñas, la hipótesis de un nuevo intento de investidura ha tomado cuerpo, en formato rumor.

Entre turrón y turrón, ERC ya ha dejado caer que en ningún caso está por esta aventura, que en caso de materializarse la propuesta, forzaría la convocatoria de elecciones anticipadas para salir del entuerto. Los republicanos se negaron hace un año a desafiar al TC y mantienen intacta su negativa a Puigdemont. En realidad, saben que esta iniciativa, aun siendo solamente un cábala de momento, no tiene otro objetivo que situarlos en la tesitura de oponerse abiertamente a JxCat y al ex presidente, para ser señalados como responsables de la ruptura interna del mundo independentista. En realidad, todos los electores interesados saben ya de las diferencias entre unos y otros y la distancia política y emocional entre sus respectivos líderes, Puigdemont y Junqueras, que no disminuye a pesar de los intentos para suavizar el intercambio de críticas entre ambos.

La hipótesis de una reedición del intento de investidura on line de Puigdemont no es descartable totalmente, aunque no para las próximas semanas, a pesar de mantenerla viva entre los círculos políticos. La provocación al TC por esta causa requiere de unas circunstancias de tensión ambiental inexistentes a día de hoy; tal vez imaginables en una eventual reacción popular por una dura sentencia condenatoria de los dirigentes procesados; aunque algunas voces creen que ni aun así se crearían las condiciones propicias para una desobediencia de esta magnitud, cuyas consecuencias para el presidente del Parlament y la Mesa son fácilmente previsibles.

Esta cuenta va a seguir pendiente si ERC no cambia de opinión. También el segundo revival de estas fiestas puede quedar en el aire de no cambiar de posición los republicanos. Aunque en este caso, podría producirse la modificación. La unión de los tranvías por la Diagonal de Barcelona es un proyecto maldito por culpa de los intereses electorales. El último alcalde socialista, Jordi Hereu, cavó su tumba política al perder un referéndum sobre la cuestión y la alcaldesa Colau sufrió una de sus derrotas más dolorosas en el pleno cuando no consiguió el apoyo de ERC a dicho proyecto, que permitiría enlazar las dos líneas de tranvías existentes, Trambaix y Trambesòs.

Según el último barómetro municipal, un 63% de los barceloneses apoyan la unión de tranvías. De hecho, casi todos los partidos han votado a favor de la operación en algún momento, unos (ERC y Ciudadanos) en el Parlament, otros (ERC, Comunes y PSC) en la autoridad metropolitana, pero nunca han querido coincidir todos en el pleno municipal, donde solo lo han hecho los Comunes y el PSC.

Esta es una de las promesas electorales más relevantes de Colau que va a concederse una última oportunidad para aprobarla antes de las inminentes elecciones municipales. De paso, esta votación va a ser una prueba de fuego para las nuevas relaciones entre Comunes y ERC, tras el relevo de Alfred Bosch por Ernest Maragall, de quien Colau espera una mejor predisposición al acuerdo, como prenda de futuros pactos para salvar un gobierno de izquierdas en Barcelona del empuje de Manuel Valls. Ernest Maragall respondió de inmediato al anuncio, en su estilo: estamos a favor, pero no aceptaremos a ciegas proposiciones sin concretar ni base compartida suficiente. En otras palabras, quiere ensayar la negociación.