El duelo por el supuesto incumplimiento de una mejora más substantiva de la posición de la Abogacía del Estado respecto de los procesados independentistas no va a ser eterno. Tampoco ERC y PDeCAT están en condiciones de darlo por superado de hoy para mañana; antes podrían darse dos acercamientos políticos que darían consistencia a los defensores de dialogar a pesar de los inconvenientes; uno, largamente anunciado, el de ERC a Ada Colau; el otro, sorprendente, el de Oriol Junqueras a Carles Puigdemont, desconectados desde que hace un año sus caminos se separaron física y políticamente.

Algo está cambiando en la manera de pensar de Junqueras respecto del expresidente, según dicen los conocedores del tema. Después de un año de expresar sus diferencias con el defensor del legitimismo en entrevistas, cartas públicas y comentarios sin tapujos a sus visitantes en la cárcel, el presidente de ERC parece dispuesto a reemprender el contacto con su antiguo socio de gobierno para hacer las paces, rebajando de entrada sus críticas al diputado residente en Bruselas. Está por ver si Puigdemont recibe con los brazos abiertos a su exvicepresidente, no se le va a escapar que ERC, además de ampliar la base de los partidarios de hablar con Madrid, persigue afianzar su liderazgo en el universo independentista.

La oposición que están encontrando los partidarios del diálogo con el Gobierno de Pedro Sánchez entre el sector más radical del independentismo parece aconsejar este intento de acercamiento para evitar una fractura definitiva. Esta voluntad no parece que vaya a implicar un cambio en la resistencia de ERC a conceder ningún tipo de reconocimiento político al Consell per la República por parte del Parlament que vaya más allá de lo simbólico, ni a aceptar la asamblea de cargos electos independentistas en detrimento de ninguna facultad ni interacción alguna con la cámara catalana. El rechazo a cualquier nuevo aventurismo sigue siendo frontal por parte de los republicanos, una posición que podría frustrar las intenciones de Junqueras. O fortalecerlas de sumar a sus tesis a Puigdemont.

Cambio de cromos en Barcelona

El acercamiento formal de ERC a la alcaldesa Colau resultará mucho más fácil, dada la predisposición de los Comunes a colaborar con el partido de Junqueras, sea en el Ayuntamiento de Barcelona o en el Parlament. El primer paso serio en este sentido será la renuncia inminente de Alfred Bosch como concejal barcelonés para hacerse cargo de la Consejería de Acción Exterior en sustitución de Ernest Maragall, quien a su vez, asumirá directamente la política municipal en Barcelona, tras ser investido como candidato a la alcaldía. Bosch ha sido una auténtica piedra en el zapato para todos los intentos de aproximación Colau-ERC. Con Maragall todo será más fácil, aunque no automático.

La aprobación del presupuesto de Barcelona es el más urgente al no gozar del período de gracia que tiene el del Estado que fácilmente puede irse hasta la primavera para aprobar sus cuentas, y a remolque de este, también el de la Generalitat. El acuerdo barcelonés debería cerrarse sin conocerse, probablemente, el futuro del presupuesto catalán y además del voto de ERC, Colau necesitaría el apoyo del PSC o del PDeCAT. Los dos preferirían a los socialistas pero el PSC no está todavía preparado para un movimiento de estas características.

Podría suceder, perfectamente, que el acuerdo no fructificara pero quedara de manifiesto la voluntad de colaboración ERC-Comunes, extremo muy relevante cara al nuevo consistorio del mes de mayo, en el que impedir el acceso a la alcaldía de Manuel Valls como líder de la lista más votada, podría propiciar un pacto Colau-Maragall o Maragall-Colau, para sumar mayoría en la primera votación. Las eventuales prórrogas presupuestarias rebajarían la tensión por las exigencias mutuas de correspondencia de votos en Barcelona, Parlament y Congreso, sin que esto tampoco vaya a asegurar a Colau poder aprobar sus últimos presupuestos sin recurrir a las ventajas de las que goza el gobierno municipal para confrontar las cuentas municipales a una moción de confianza y así sacarlas adelante por imperativo legal. Esta hipótesis no perjudicaría substancialmente las perspectivas de colaboración para el siguiente mandato.