Va diciendo por doquier, en su tour vallisoletano, la  Sra. Cospedal, que el desafío catalán "o lo arregla el PP o nada". Pretende tal vez la secretaria general del Partido Popular emular a Caesar Borgia, hijo del Papa Alejandro VI. Su grito de guerra fue  ¡Aut Caesar o Aut Nihil!  O sea, ¡O César o nada!

Reconfortada, pues, con semejante slogan, debería sin embargo  reconocer doña María Dolores de Cospedal que el PP ya fue el principal adversario de Cataluña. Primero impidió, con todo género de patrañas y mal rollo,  que Endesa -dirigida por Manuel Pizarro, amigo de José María Aznar; otro que tal baila- pasara a ser una empresa catalana.

La catalanofobia se proyectó, con claridad evidente, cuando  Mariano Rajoy, ya presidente  del PP, ordenó a sus fieles que se movilizaran para frenar al nuevo entonces Estatut d´Autonomía, saliendo a la calle y pidiendo un millón de firmas contra ese Estatut. Los cañones mediáticos -que entonces eran capitaneados por Pedro J. Ramírez y su alegre muchachada- dispararon a granel. Lo hicieron, a pesar de que el Estatut lo aprobara en todos los foros y urnas electorales de ámbito estatal.

Luego el PP, Sra. Cospedal, logró bloquear el Tribunal Constitucional, que perdió y perdió groseramente el tiempo y, en parte, el sentido común. De modo que el Estatuto nació mal y a destiempo. Todo esto, amasado por los populares,  consiguió que los nacionalistas catalanes pasaran de pronto del nacionalismo al soberanismo y, en paralelo, a exigir la independencia catalana. Y ¡adiós, mi España querida!

El presidente de la Caixa, Isidre Fainé, dijo el otro día que veía necesario  un "gran acuerdo" para Catalunya y Espanya dentro de la ley. Subrayó Fainé su confianza en la "capacidad de diálogo" de los líderes políticos. De momento, el líder Rajoy no ha movido  un milímetro en  su aportación  al "gran acuerdo".