Laura Borràs ha presentado ya su candidatura a liderar el sector más frustrado, intransigente y conspiranoide del independentismo y en consecuencia se ha convertido en una piedra en el zapato de Junts en su camino de vuelta a la neoconvergencia. La presidenta suspendida del Parlament por su inminente juicio por corrupción apoyó públicamente al grupúsculo que boicoteó el homenaje a las victimas de los atentados terroristas de 2017, ganándose la condena generalizada, incluida la de su partido. El hecho de que su futuro inmediato dependa de si su partido apoya o no su sustitución definitiva en la presidencia de la cámara no parece maniatar a Borràs, que desde su discurso de reacción a la decisión de la Mesa del Parlament ha abrazado abiertamente el trumpismo, convirtiéndolo en una facción oficiosa del movimiento independentista y poniendo en jaque los planes de Junts.

ERC ha tomado distancia de la rápida evolución de Borràs hacia los márgenes del institucionalismo, así como de la tensión que la presidenta de Junts está ocasionando a su propio partido. Formalmente, los republicanos respetan la iniciativa de Junts para decidir qué hacer con la presidencia vacante del Parlament. Hasta ahora, Junts ha defendido la tesis de dejar el segundo cargo institucional de Cataluña sin ocupar para simbolizar la injusticia que sufrió Borràs, según ellos, de la mano de ERC, PSC y la CUP al aplicarle escrupulosamente el artículo 25.4 del reglamento. En esta línea, el grupo de Junts ha solicitado a la Mesa la reconsideración de la suspensión, dejando entrever que tras la más que posible negativa a tal reconsideración, Borràs solicitará amparo al Tribunal Constitucional, al que no reconoce, pero al ser el paso previo para abrir la vía judicial en Europa, no tendrá inconveniente a someterse a su autoridad.

Así estaban las cosas hasta el episodio protagonizado por Borràs en el homenaje a las víctimas del terrorismo, dando pábulo y apoyo a los manifestantes que mantienen la tesis de la responsabilidad del CNI en los atentados de 2017. La teoría conspiracionista fue negada recientemente por José Luis Trapero, al elogiar la colaboración relevante del CNI en la resolución del atentado. Pero las palabras de Trapero ya no tienen la fuerza que tuvieron en su día, cuando era venerado como héroe nacional, precisamente por la actuación policial de los Mossos en aquella tragedia y por su mano izquierda en la preparación y celebración del 1-O.

Sin embargo, Trapero pasó a engrosar las filas de los sospechosos de traición, elaboradas y actualizadas permanentemente por los más hiperventilados secesionistas, por sus declaraciones ante el Tribunal Supremo en las que expresó su disconformidad con el referéndum prohibido y desveló su petición a Puigdemont para que desistiera de la provocación. Posteriormente, su absolución por la Audiencia Nacional de la acusación de sedición, no le ayudó en nada, más bien le valió su marginación dentro del propio cuerpo de los Mossos d’Esquadra.

Borràs, con un puñado de fieles a su lado, ha abierto una brecha interna en Junts, probablemente la de mayor calado de las muchas que tiene el partido. El secretario general, Jordi Turull, ganó claramente el congreso frente a la presidenta de la formación y aunque mantiene un silencio público estentóreo sobre Borràs, ha dejado trascender el profundo malestar provocado por ésta. La alineación de la presidenta de Junts con el sector de los frustrados radicalizados puede ser un obstáculo para el proceso de recuperación de centralidad en el que está inmerso el partido (la eventual candidatura del exalcalde Xavier Trias a la alcaldía de Barcelona vendría a confirmar esta senda), o tal vez sea el detonante para animar a los viejos militantes de CDC a forzar a Borràs a iniciar una carrera política en el ámbito del populismo independentista.

La primera prueba para evaluar el estado de ánimo de la dirección de Junts se dará cuando el pleno del Parlament tenga que abordar la propuesta de reprobación presentada por Ciudadanos por la actuación de Borràs. Siendo una iniciativa de Ciudadanos (ya se sabe, el constitucionalismo siempre atento a hurgar en la herida, etc), Junts tendrá más fácil rehuir un posicionamiento crítico, siempre y cuando ERC no secunde la reprobación. La prueba de fuego para comprobar el futuro inmediato de Borràs es la de mantener vacante la presidencia a pesar de la deriva trumpista de la presidenta suspendida y esta opción también deberá pasar próximamente por el pleno de mantener el PSC y los Comunes su voluntad de acelerar su sustitución.