Estamos convencidos de que los cambios en la organización del trabajo en las Administraciones, incluido el impulso a las tecnologías de la información y las comunicaciones, tanto en cuanto a métodos de procesamiento electrónico de la información como de contacto y relación entre el personal empleado público y con la ciudadanía, tiene mucho que ver con la presencia - o no – en ellas de personal directivo público con competencias, formación y experiencia adecuadas y con sistemas de selección abiertos – entre otros aspectos - esto es, con la figura del personal directivo público profesional.

Y no sólo porque esta figura fuera prevista en su creación, en la Ley 7/2007 del Estatuto Básico del Empleado Público, precisamente para contribuir decisivamente a la modernización de las Administraciones, sino porque, desde una consideración abierta, está impulsando y liderando en la práctica las iniciativas más transformadoras  en materia de Administración electrónica, innovación, etc., y la divulgación de estas experiencias a través de diversos medios como congresos y publicaciones del sector público, erigiéndose así en los verdaderos influencers de lo público; personas impulsoras (e innovadoras) de la modernización y los cambios.

Como sabemos, la progresiva introducción de las tecnologías está abriendo un nuevo diseño de las organizaciones – hacia otras más en red –, las relaciones que en ellas se producen - menos jerarquizadas -, las relaciones entre ellas y sus clientes – a través de las redes sociales, por ejemplo - , y con las personas trabajadoras de su organización, que ven desdibujados su jornada y su puesto de trabajo tradicionales, hacia otros que propone el vector digital. 

En sentido positivo, esa capacidad tecnológica está permitiendo reimpulsar la idea del teletrabajo, una fórmula vista con mucho interés por quienes trabajan – a quienes permite ahorrarse muchos desplazamientos y sus costes y tiempos asociados – pero también por las organizaciones – a las que invita  a redefinir procesos – y por las personas responsables de movilidad y medio ambiente de las ciudades – en cuanto que se ocupa menos espacio en vías públicas, menos vehículos en calles, carreteras, aparcamientos… - reduciéndose las emisiones contaminantes.

El nuevo personal directivo público, que está en contra del presentismo y del papeleo, ve en el trabajo a distancia – realizado desde las casas de los empleados, por ejemplo -   una oportunidad para planificar mejor, establecer mejores objetivos y medirlos… orientarse a resultados, desarrollar otros aplicativos y sistemas de comunicaciones para la gestión, obtener un mejor clima laboral… en definitiva mejorar los servicios públicos. Y todo el personal ve un nuevo derecho que permitirá añadir más valor a su trabajo y conciliar mejor. Ganando en calidad laboral (productividad) y en calidad de vida (conciliación, “salario emocional”).

En ocasiones, el propio personal directivo público – como muchos abogados, consultores, arquitectos, directores de proyectos… - protagoniza casos de teletrabajo que también sirven para prototipar la experiencia y generalizarla entre sus colegas. El ejercicio de las funciones directivas tiene además una tendencia natural a la orientación a resultados, pasando a un plano absolutamente secundario el presencialismo estricto, y el cómputo de horas “de sillón”. En cuanto a los medios jurídico-técnicos, no cabe duda de que el trabajo en red, el expediente electrónico y su herramienta principal, la firma electrónica, permiten una metodología de trabajo “de escritorio remoto” que permite visualizar el equipo en cualquier lugar y momento, además de tele-reunirse. Todo ello no sólo resulta infinitamente más eficiente, sino que se ajusta a una legalidad vigente en la que el procedimiento es obligatoriamente electrónico, y en consecuencia telemático. De hecho el trabajo burocrático presencial también es siempre telemático, ya que al sistema “le da igual” si la persona trabajadora se encuentra a 2 metros o a 2.000 kilómetros.

Las Administraciones tienen, entonces, además de todos los argumentos, que ya viene facilitando la OIT, todos los datos para poder decidir cómo dimensionan – no si las dimensionan o no, porque ese camino no tiene ya retorno - sus estrategias de teletrabajo, esto es, cuantos puestos, cuando, cómo, etc. 

En otro terreno, como es el de la salud, hemos visto muy recientemente cómo un profesional de altísimo nivel interactuaba a distancia con otros colegas para realizar un trabajo de gran especialización.

“El reconocido experto en cirugía digital y robotizada Antonio de Lacy, jefe del servicio de cirugía gastrointestinal del hospital Clínic y director del Instituto Quirúrgico Lacy (IQL) – recoge la revista National Geographic España - dirigió desde una sala de l’Hospitalet del Llobregat, localidad donde se celebra el evento, en una operación a través de un lápiz táctil y una tablet, desde donde ordenaba los pasos a seguir a un equipo de cirujanas que se encontraba en el quirófano de última generación Optimus del Hospital Clínic de Barcelona”.

Sigamos avanzando en las smart cities pero también en las smart Administraciones.

Más de un 50% de las personas, según una encuesta al respecto, están a favor del teletrabajo y solo un 4% radicalmente en contra. La cobertura legal es más que clara. Las ventajas innumerables. Esperemos que los decisores públicos estén con la mayoría, la mayoría que vive en el s. XXI.

Lo firman también Ferran Alberdi, Mario Alguacil, Laura Almonacid, Lorena Andreu, Sergio Benitez, Isabel Bermúdez , Gerardo Bustos, Mª Concepción Campos, Fermín Cerezo, Benjamín Cogollos, Borja Colon, Alberto de la Fuente, Fernando Gallego, Carlos Hernández, José Joaquín de Haro, Nono Hernández, Rodrigo Martín, Domènec Martínez, María Dapena, Joana Miñarro, Fernando Monar, Virginia Moreno, Ascen Moro, Carme Oliver, Esther Pérez Alonso, Ana Porras, Fernando del Prado, Lucia Quiroga, Manuel Serrano, Mª José Suasi, Carlos Suso,  Enrique Varela,  Antonio Villaescusa, son miembros de la Asociación de Dirección Pública Profesional, de España.