Llevaba mucho tiempo agazapado tras los muebles de nogal y los cortinajes de terciopelo del Ayuntamiento de Granada, años y años vigiándose a sí mismo –aunque no siempre con éxito– para no decir inconveniencias: pero al igual que la cabra tira al monte, el alcalde José Torres tira a Pepe el tractorista. El sobrenombre, ya casi olvidado, le viene al dirigente popular de sus tiempos de parlamentario autonómico, allá en los lejanos 90, cuando en algún corrillo con periodistas y diputados cometió el error de confesar que su verdadera pasión no era la política sino el tractor, regresar algún que otro fin de semana a sus modestas heredades granadinas para subirse al estribo de su ‘John Deere’, otear el horizonte, embragar, meter la primera y marcarse unos surcos impecables con los que bien podría haber vencido sin discusión en cualquiera de los concursos de labranza de entonces. [cita alineacion="izquierda" ancho="100%"]PIMIENTOS 'PA PRICA'[/cita] Pero no quiso el partido que nuestro hombre, perito agrícola de profesión, pudiera dar lo mejor de sí mismo en el campo, de manera que hubo de darlo en los despachos. Hacía algún tiempo, sin embargo, que no reaparecía ante el público con su antigua indumentaria de tractorista campechano y algo rudo, pero buenote. En un acto oficial ayer en Granada con estudiantes, don José el alcalde descuidó un momento el marcaje sobre el siempre escurridizo Pepe el tractorista y este, ni corto ni perezoso, trasladó a la joven concurrencia su sincero pensamiento sobre mujeres, hombres y vestimentas: “Las mujeres cuanto más desnudas, más elegantes y los hombres, cuanto más vestidos, más elegantes”. Con un par. No era su primera vez, claro. Las crónicas políticas de los 90, cuando fue delegado del Gobierno en Andalucía, recogieron más de una de esas salidas castizas de nuestro hombre en Granada. En una visita institucional del príncipe Felipe a una hortofrutícola almeriense y ante unas cajas de hortalizas donde figuraba la palabra ‘Paprika’, que es una clase de pimientos, el descuidado delegado del Gobierno de España no pudo sujetar al inquieto tractorista que lleva dentro y, como quien no quiere la cosa, le soltó jocosamente al heredero de la corona que es que las cajas, alteza, eran para los híper del Pryca. De esas tuvo varias, pero sin consecuencias graves. [cita alineacion="izquierda" ancho="100%"]¿TU TAMBIÉN, LUIS?[/cita] Esta vez, sin embargo, la ha liado parda. Sin duda el primer sorprendido debió ser él. ¿Escándalo? ¿Pero qué escándalo? ¿Acaso las mujeres no están más bonicas en cueros? Media España pedía su cabeza. Pepe el perito no entendía nada. ¿Qué diablos estaba pasando? ¿Dónde estaba la barbaridad? ¿Acaso no se había limitado a piropear a las mujeres como solo los tractoristas de antaño y los albañiles de hogaño saben hacerlo? Asociaciones feministas, partidos de la oposición, institutos de la mujer, parlamentarios, parlamentarias… todos querían liquidar con sus propias manos al buen Pepe. Incluso Luis Salvador, el senador exsocialista hoy líder local y concejal de Ciudadanos, que acaba de hacerlo alcalde hace apenas unas semanas, se apuntaba al auto de fe y exigía una rectificación inmediata. Pepe el tractorista guardó un terco silencio durante varias horas, pero a eso de media tarde don José el alcalde hizo lo que tenía que hacer y pidió sinceras disculpas. Por esta vez pase, debió pensar su salvador político de Ciudadanos, que poco antes había advertido muy serio que “si una persona no está a la altura de dirigir esta ciudad, debe dejar paso”. Hasta el rudo tractorista entendió el mensaje.