La Macarena, la venerada imagen sevillana del siglo XVII, ha regresado del taller con un cambio de rostro que ha desatado indignación, teorías conspirativas y una crisis interna en su hermandad, según relata The New York Times en una crónica que recorre paso a paso el escándalo del verano en Sevilla.

La amplia crónica repasa cómo un retoque a la venerada imagen del siglo XVII derivó en el escándalo del verano, protestas internas y una votación multitudinaria en la hermandad.

Según el influyente diario neoyorquino, la ciudad de Sevilla, profundamente devota de su Virgen de la Esperanza Macarena, vive desde junio una crisis insólita. Todo comenzó cuando la Hermandad de la Macarena encargó al veterano restaurador Francisco Arquillo Torres, de 85 años y apodado “el médico de la Virgen”, una limpieza ligera de la talla barroca. Sin embargo, la imagen regresó con pestañas más largas, mirada más intensa y cambios visibles en piel y nariz.

“¡A la Macarena no se le puede maquillar!”

El impacto fue inmediato con devotos indignados, conversaciones encendidas en bares de tapas y acusaciones de “maquillaje” a una figura sagrada. “¡A la Macarena no se le puede maquillar!”, protestó Consuelo Murga, de 75 años, mientras que su marido, Salvador Fernández, calificó el trabajo de “no bueno”.

El 21 de julio, pese a notar cambios en el rostro, la junta decidió reabrir la basílica y anunciar en redes el “triunfal” regreso de la Virgen. La reacción fue de sorpresa y enfado. Algunos, como el joven hermano Jorge Pulgar, se quedaron “en shock” al verla.

Según el rotativo americano la hermandad entró entonces en “modo emergencia”: cerró el templo, convocó a restauradores y hasta a un especialista en pestañas. Pero el resultado fue peor, según los fieles. Las imágenes del “antes” y “después” circularon por internet y alimentaron teorías internas sobre un intento de la junta de sacar rédito político antes de las elecciones internas de noviembre.

El 29 de julio, más de 1.800 hermanos abarrotaron la basílica y dependencias cercanas para una tensa asamblea. Entre interrupciones y peticiones de dimisión, un prestigioso conservador, Pedro E. Manzano Beltrán, presentó radiografías y habló de “intervenciones fallidas” y la necesidad de una restauración de envergadura.

La tarde del 29 de julio, más de 1.800 hermanos llenaron la iglesia, así como salas anexas en edificios cercanos, donde se instalaron altavoces y un sistema de circuito cerrado de televisión.

El hermano mayor, Fernández —que declinó responder a las preguntas de este artículo a través de un portavoz— expresó su pesar por lo sucedido, pero fue interrumpido por miembros que pedían su dimisión y lanzaban insultos. Entonces cedió la palabra a Pedro E. Manzano Beltrán, un prestigioso conservador del instituto regional.

A lo largo de una hora, y con la ayuda visual de radiografías, Manzano Beltrán dibujó un panorama de intervenciones fallidas: repintes, pestañas mal colocadas y otros retoques que habían afectado al rostro de la Macarena. Además, señaló problemas más profundos que podrían requerir la erradicación de insectos.

En un correo posterior, afirmó que sería necesaria una restauración de envergadura para deshacer los daños y “recuperar la personalidad de la imagen”.

En la reunión, el profesor Arquillo y su hijo defendieron su trabajo. Explicaron que las pestañas se habían colocado al final para evitar daños por pintura en aerosol y que, al vestirla, las pestañas se movieron accidentalmente antes de secarse, provocando el deterioro.

La Macarena, desde su camarín, “estuvo mirando todo el tiempo”

Mostraron sus propias fotos y gritaron: «Así es como yo dejé a la Virgen», relató Pulgar, quien añadió que la Macarena, desde su camarín sobre el altar, “estuvo mirando todo el tiempo”. Los Arquillo defendieron su trabajo alegando que   al vestir la imagen. La votación decidió abrumadoramente encargar una nueva restauración, prevista para comenzar el martes siguiente, aunque algunos optaron por no posicionarse.

La reunión terminó a las cuatro de la madrugada, pero en Sevilla la conversación sigue. Entre cañas y pósters de la Virgen, los fieles mezclan diagnósticos técnicos, críticas al hermano mayor y hasta pullas a sus costumbres norteñas. “Sevilla debe centrarse en arreglar la cara de la Macarena, no en buscar culpables”, resumió el hostelero Sergio Bermúdez.

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