Ante un salón de actos de la Casa de la Cultura de Conil repleto de público, el alcalde de Medina Sidonia, Fernando Macías, ha presentado el ensayo de Antonio Roldán 'Algo deberá ocurrir', que acaba de aparecer en el sello editorial Atrapasueños. Reproducmos a continuación el texto de la presentación: 

Presentar un libro del calado de Algo deberá ocurrir,  supone una doble responsabilidad. Triple si sumamos que, en esta ocasión, el partido se juega en la cancha del autor, en su tierra, en su pueblo que, en cierta manera, también es el pueblo de muchos militantes de la izquierda de todo el Estado, no sólo por sus playas, sino por las prácticas políticas que en él se han desarrollado. 

Es doble porque uno presenta la obra de un amigo. Y cuando digo obra no me refiero sólo al volumen que hoy nace para todos, pero que lleva gestándose ya largo tiempo: me refiero a la obra que ya conocemos de él, su colección de artículos y su experiencia colectiva que, entiendo, en cierta forma desembocan en este torrente en el que hoy trataremos de zambullirnos. Presentar el libro de un desconocido suele ser  más sencillo, no porque conlleve menos ataduras intelectuales, sino porque las relaciones humanas condicionan a las personas más allá del brillo de las lentes atravesadas, más profundamente siempre, por las letras de aquel a quien uno conoce y aprecia.

Y lo es porque Algo deberá ocurrir es un esfuerzo honrado de hacer que un hombre diga lo que piensa y que, además, lo diga por escrito, que pudiera ser lo mismo pero no es igual.  Hay una cita, entre los cientos que pueblan el libro, que retrato parcialmente. “Solo los bebés menores de ocho años creen que las cosas dejan de existir cuando las dejamos de ver”. Creo que gran parte de lo dicho en este volumen, responde a la necesidad personal, política y humana de Antonio por intentar ver todas las cosas, necesitando pues andar mucho y leer mucho, que diría nuestro clásico, huyendo siempre de la deslealtad con su forma de ver el mundo.

Se nos plantean una infinidad de cuestiones en este volumen que, servirán para estar de acuerdo o en desacuerdo con lo dicho, pero que van irremediablemente encaminadas hacia una dirección: denunciar que el mundo en el que vivimos no es el mundo en el que quisiéramos vivir y, aún más, que ese mundo es el contrario al que deseamos la mayoría de los seres humanos. Así que, por una u otra razón, todos debemos abrir los ojos ante esta obra porque, ya decíamos, si los cerramos el capitalismo no  desaparecerá.

Recurriendo a Burning, el grupo de rock, y a una famosa canción suya, en este libro hay recuerdos del pelo largo. Me refiero al pelo del autor, el mío aún no es un recuerdo. También tiene ventajas, como vemos, presentar el libro de un amigo.

Algo deberá ocurrir es un repaso histórico y una llamada al futuro. Es un libro marxista escrito por un hombre profundamente marxista, que cuestiona, que interpela, que se equivoca y acierta pero, sobre todo, que analiza los plazos largos del pasado y el fututo a largo plazo. Presenta un Marx que no se quería marxista, sino un hombre que se dotó de los instrumentos que el conocimiento de su época le ofrecía, para explicar lo que aún al día de hoy nadie ha sabido describir sin recurrir a su teoría. No se puede definir el capitalismo en cualquiera de sus fases sin recurrir a la obra de Marx. Curiosamente, en unos breves cuadernos editados por La Gaya Ciencia durante la transición, sencillos, de divulgación, se hacían preguntas simples como “qué es la socialdemocracia”, “qué es el comunismo”, “qué es la democracia” y así hasta una larga lista de preguntas sobre ideologías o sobre la ideología. El encargado de explicar qué es el capitalismo, en aquella época, no tuvo más remedio que recurrir a los conceptos políticos, filosóficos y económicos de Marx. Me pregunto, después de la lectura del libro de Antonio, cuántos seres humanos siguen sin poder verlo, sin poder sentir la voracidad del capital,  aunque tengan los ojos abiertos, no como los niños que dejan de ver las cosas, digo los ojos abiertos, bien abiertos.

Esta obra hace un somero análisis de la desigualdad provocada por el sistema capitalista, desde diferentes prismas y en sus distintos niveles de desarrollo. Denuncia pero también analiza, para finalizar proponiendo, o al menos, sugiriendo. No sólo es un libro de análisis. Lo es también de crítica y de alternativa.

La contradicción capital-trabajo es un eje fundamental que cruza toda la obra. ¿Existe o no existe en la actualidad? ¿La revolución tecnológica ha servido para que desaparezca, los avances científicos, la sociedad de la información?. Ustedes deben buscar su propia respuesta. El libro ofrece una rotunda opinión que comparto: Ni ha desaparecido, ni va a desaparecer. De la misma forma que no han dejado de existir las clases sociales entendidas desde el marxismo más clásico. ¿Se han modificado éstas?, nos plantea el autor: evidentemente sí. Por ello el papel de las izquierdas es analizar en qué han consistido esas diferencias y en cómo hacer que, a pesar de su fragmentación, los hombres y las mujeres de nuestra sociedad tomen conciencia de su clase social. Ya sabemos que la oligarquía es consciente de que son una clase social diferente y que están ganando la batalla en el terreno ideológico, no sólo en el político o el económico.

Cuanto nos es común, cuanto es de todos, los recursos naturales, los servicios sanitarios, educativos, culturales, se han convertido en mercancías por parte de los estados, en su mayor parte rendidos al capital financiero, sin capacidad propia ni para cumplir las constituciones de las que se han dotado. El concepto de trabajador-ciudadano, aceptado por Roldán, de productor pero también de consumidor, lamentablemente en nuestros tiempos, demasiado voraz, planea sobre la obra porque son inseparables las dos condiciones. Si me permite el autor, ese concepto a mí me trae sones de la propia internacional: no más deberes sin derechos, ningún derecho sin deber. Los derechos conquistados a lo largo de siglos, tras la desaparición de los países del socialismo real, que Antonio analiza de manera acertada y crítica, hoy se han convertido en una tajada más para las grandes corporaciones que tendemos a identificar como entes abstractos que producen dinero, o dinero que produce dinero, pero a quienes no ponemos caras concretas, nombres.

Un sistema depredador y homicida. Es aterrador, por poner un solo ejemplo,  que en las minas del Congo se esté extrayendo el coltán para la fabricación de nuestros teléfonos móviles, en condiciones de esclavitud y de esclavitud de la infancia, y que ni los trabajadores-esclavos de las minas sepan para qué realizan su trabajo ni cuál es el valor de lo que extraen. Y que además ni siquiera el país que alberga un yacimiento porcentualmente más elevado que en el resto del mundo, no se beneficie a pesar de la explotación de sus personas y de su tierra, estando éstos siendo prácticamente regalados a países vecinos.

Roldán se pregunta por qué los trabajadores no ven esta realidad, independientemente de la fase de implantación del capitalismo que estén sufriendo en sus países, que estamos sufriendo en el nuestro. Marketing, control sobre los medios de comunicación, la teoría de que es imposible otro modelo de organización de la sociedad, el fracaso de la URSS, etc… Y ahí coloca a la izquierda: por qué es necesario repensar la izquierda y para qué es necesario repensarla. Y para quiénes.

No tenemos un estudio globalizado del capitalismo hoy, que inquiera la libertad de los capitales y las esclavitudes de los trabajadores, que analice el capital que produce capital a través de instrumentos financieros que conducen a una contradicción dentro del propio capitalismo (el capital dentro del capital) sobre el concepto de plusvalía hoy, sobre las relaciones técnicas y sociales de la producción, sobre la distribución y el consumo y sobre la rapiña de los medios naturales y ecológicos,  además del patriarcado y de la explotación del hombre sobre la mujer.  En este punto, Antonio cita a Bobbio: “No existe tanto una crisis del marxismo como de marxistas en crisis”.

La izquierda ha sido derrotada muchas veces, pero no hemos venido al mundo para ser vencidos. Eso lo digo yo y lo decimos muchos. Somos críticos con nosotros mismos pero no somos los creadores del mal. Solo debemos creer que en la organización está el instrumento que desenmascare y haga caer a quienes fabrican ese mal. Antonio distingue aquí entre sujeto histórico del cambio y sujeto político, conceptos que se van a desarrollar prácticamente a lo largo de toda la obra. La clase trabajadora es el sujeto histórico de ese cambio. Pero a la vez el sujeto político debe tener claro contra qué se lucha y, sobre todo, cómo organizarse para esa lucha. Existen experiencias importantes, pasadas, y experiencias presentes, con diferentes grados de éxito, pero mirar hacia Latinoamérica, especialmente hacia algunas de las alianzas de la izquierda que han posibilitado acceder a las instituciones (no confundamos esto con hegemonía, nos dice Antonio, siguiendo a su siempre leído Gramsci) en las que sí ha sido posible derrotar a la bestia y demostrar que se puede gobernar de otra manera. Más humana, más participativa, sin diferencias entre dirigentes y dirigidos, en sus propias palabras.

Roldán resuelve que hay que volver a empezar comenzando con volver a pensar. Y con Marcelino Camacho, postulando que lo urgente no puede impedirnos hacer lo necesario, aún más en estos tiempos en los que los fascismos o el fascismo ascienden y toman posiciones tras una clara derrota fundamentalmente de los pueblos que van ya, lamentablemente, olvidando su pasado.  Walter Benjamín , -cita Antonio-, decía que cada ascenso del fascismo da testimonio de una revolución fallida. Por eso las próximas revoluciones no pueden fallar. No podemos permitirnos ese lujo ni por nosotros ni por el ser humano.

¡Es útil el libro que ustedes van a leer? Sin duda lo es. Es fruto de muchos días de investigación basados sobre lecturas que acaparan años. Es útil hasta la bibliografía. No todas lo son. Y creo que lo es, porque analiza nuestras debilidades, evidentemente inclinándose por unos autores y no por otros. Lo es porque seguro que habrá quien lo lea con la avidez del lector voraz o con la malicia del lector agazapado, malicioso, dispuesto al hacha más que a la crítica. El autor tiene sus preferencias, elegidas a conciencia, no por providencia. Su obra contentará a algunos y contribuirá a la polémica con otros. De eso se trata en la casa de esta ideología. De ser capaces de la diferencia, pero también del reencuentro y de la fraternidad. La palabra, entre las gentes de la izquierda no debe convertirse jamás en un cuchillo. Sobre todo porque hay un mundo que se cae a pedazos sobre la humanidad y estamos obligados, es nuestra obligación, construir uno en que no sobre nadie.

(*) Fernando Macías es alcalde de Medina Sino y coordinador provincial de IU de Cádiz.