La confluencia electoral Adelante Andalucía, en que la Podemos e Izquierda Unida han reunido sus fuerzas para la batalla del 2D, se debate entre dos ideas-fuerza que presionan en sentido opuesto, pero que no son nuevas en el conglomerado ideológico situado a la izquierda de la socialdemocracia clásica: por una parte, su animadversión histórica al Partido Socialista y, por otra, su determinación de impedir que gobierne la derecha.

Los discursos públicos de su tándem electoral, formado por Teresa Rodríguez como número uno y Antonio Maíllo como número dos, oscilan entre ambos polos, si bien recalcan con mucha mayor vehemencia el primero que el segundo. Y tiene lógica que así sea.

La lista de reproches

Adelante Andalucía solo puede aumentar los 865.000 votos y 20 diputados de IU y Podemos en las elecciones de 2015 pescando en los todavía bien poblados caladeros socialistas, y para ello necesitan emplearse a fondo en los flancos más débiles de la experimentada milicia que dirige Susana Díaz y que ayer desgranó detalladamente Rodríguez en los Desayunos de Europa Press.

La líder de Podemos hizo una larga lista de reproches al partido de Díaz: falta de regeneración, prácticas corruptas y clientelares, pérdida de derechos, regreso a la cola de las regiones del continente, mala gestión de los fondos europeos, deterioro de los servicios públicos… Una lista que será para el PSOE un listón muy alto, aunque no imposible de superar.

Dos orillas y una pinza

La candidata de la confluencia a la Presidencia de la Junta aludió a Julio Anguita como una persona a la que admiraba mucho y de quien rescató, a modo de faro estratégico, su célebre ‘programa, programa, programa’ de los años 90, que ni encontró nunca mucha receptividad en el Partido Socialista ni el propio Anguita puso demasiado empeño en buscarla. Recuérdese que, entonces como ahora, la animosidad entre ambos era recíproca.

La otra pata de la estrategia del Julio Anguita de los 90 era la teoría de las dos orillas: en una de ellas se hallaba la verdadera izquierda y en la otra el Partido Socialista junto con el PP, CiU y el PNV. La manera de reequilibrar el peso de ambas orillas era el sorpasso de IU al PSOE. Anguila lo intentó con una táctica que a la postre habría de resultar letal para su formación: la alianza tácita con el PP de Aznar.

Funesto desenlace

La traducción andaluza de aquella táctica fue la pinza parlamentaria de PP e IULV-CA por la que la coalición de izquierdas pagó un altísimo precio: en Andalucía, los 20 diputados logrados en 1994 –9 más que en 1990– se reducían 13; en España, la factura llegaría en las siguientes elecciones generales, cuando la formación de Anguita pasó del 10,5 por ciento de los votos de 1996 a un 5,4 del que no volvería a recuperarse nunca.

El funesto desenlace electoral de aquella etapa cuyo emblema fue el ‘programa, programa, programa’ está grabado a fuego en la memoria de Izquierda Unida, pero también de Podemos, dado que muchos de sus actuales dirigentes provienen directa o indirectamente de IU. De ahí la insistencia, por una parte, de Rodríguez y Maíllo en alejarse del fantasma de la pinza y, por otra, de Susana Díaz en acusarlos de estar reproduciéndola de nuevo.

Un plebiscito diario

Antonio Maíllo volvió a exigir ayer a Susana Díaz que aclare si gobernará o no con Ciudadanos, aunque al mismo tiempo dejó bien sentado que Adelante Andalucía “nunca” lo hará con ella. Lo que Maíllo y Rodríguez parecen tener en la cabeza es una legislatura sin compromisos globales con el Partido Socialista y en la que este tendrá que hacer méritos para seducirlos ley a ley y pleno a pleno.

Si los sondeos aciertan y Ciudadanos cumple su promesa de no volver a pactar con Díaz, la próxima legislatura será para la presidenta lo que Ernest Renan decía que era la nación: ‘un plebiscito de todos los días’. Como teoría política es una definición muy sagaz, pero como praxis parlamentaria puede derivar en un infierno.