Si hay alguien en el Gobierno andaluz que menos merezca personalmente ser víctima de las contradicciones derivadas del pacto con Vox, tal vez sea la consejera naranja de Igualdad, Políticas Sociales y Conciliación, Rocío Ruiz.

Y, sin embargo, su nombre es el que más está quedando en entredicho en las casposas controversias sobre igualdad y género que el partido de extrema derecha ha introducido en la conversación política andaluza.

Una cohabitación incómoda

El vocabulario neofranquista rescatado por Vox en estas materias está tensionando las costuras liberales de Ciudadanos Andalucía, que por una parte se ve apremiado por la aritmética parlamentaria a sufrir una incómoda cohabitación con Vox y, por otra, ha debido de ser aleccionado por su dirección nacional para rehuir todo reproche público a los ultras.

El último episodio de esa incomodidad ha sido a propósito de la brecha salarial entre hombres y mujeres, que Vox niega en todos los ámbitos y que Ruiz descartó que existiera en el sector público, al tiempo que pedía a las universidades andaluzas su colaboración para aportar evidencias científicas que desacrediten el negacionismo.

Sin paños calientes

Además del ventarrón mediático desencadenado por su equívoca petición de auxilio académico, fruto seguramente más de su bisoñez política que de su convicción personal, el mazazo político le llegaba ayer a Ruiz de la mano de quien es la mano derecha del presidente y el hombre fuerte del Gobierno andaluz, Elías Bendodo.

En efecto, el consejero de Presidencia y portavoz desautorizó a la titular de Igualdad sin apenas preocuparse de poner a sus palabras esos paños calientes que tanto agradece la víctima en estos casos y que probablemente Bendodo sí habría puesto si el destinatario de su corrección hubiera sido un consejero de su partido y no, como era el caso, de Ciudadanos.

En la breve y seca respuesta de Bendodo a la pregunta por la brecha salarial, la facción naranja del Gobierno debió de echar de menos algo más de empatía con la consejera Ruiz, pues cuántas veces no habremos asistido a desmentidos y rectificaciones gubernamentales oportunamente aliñadas con adverbios, adjetivos o preposiciones dirigidos a endulzar el mal trago. Nada de eso ha tenido Ruiz de su superior jerárquico Bendodo.

“No me expliqué bien”

48 horas después de sus afirmaciones iniciales y 24 después de ser enmendada por el Gobierno, este miércoles Rocío Ruiz admitía que “parece que no me expliqué bien o no se me entendió” y aseguraba que en realidad Bendodo no la corrigió “porque sabe lo que pienso”. Según aclaró, lo que quiso decir es que el salario base de hombres y mujeres “es idéntico en el empleo público, pero no en el privado”.

Aun así, Ruiz no se ha desdicho de su propuesta más criticada –y más sospechosa de haber sido hecha para contentar a Vox– y que hoy ha reformulado así: cuantos más estudios hagan las universidades para demostrar la brecha salarial, mejor para la igualdad.

Un oficio difícil

Decía con crudeza quizá exagerada Pío Baroja que en política “no sirven para nada los hombres probos, honrados, que no piensen más que en su conciencia”, pues es un oficio en el que se requiere “una cierta cantidad de desaprensión, de ambición, de deseo de gloria para triunfar”.

No es improbable que, con la entrada de Rocío Ruiz en el Gobierno, Andalucía haya perdido a una profesora capacitada y sensible a cambio de ganar una gobernante bienintencionada pero poco diestra en el manejo de situaciones políticamente comprometidas cuya resolución requiere piel bastante dura y alguna dosis de doblez.

Hora de espabilar

Cuando en enero pasado y ante la amenaza de Vox de pedir su reprobación en el Parlamento si no se desdecía de haber escrito unos años antes que las procesiones de Semana Santa eran un “espectáculo tenebroso” sustentado en “desfiles de vanidad y rancio populismo cultural”, ella misma se apresuraba a pedir perdón, Ruiz enviaba un mensaje de debilidad política a Vox, a su partido, a su Gobierno, a la opinión pública y tal vez, ay, a sí misma.

Debió entonces aguantarle el pulso a Vox y no lo hizo. La legislatura puede ser un infierno para Ruiz si no espabila. ¿Espabilar cómo? Preparando con más cuidado sus intervenciones públicas; enseñando de cuando en cuando el colmillo a los vándalos; no mostrándose pusilánime en la defensa de sus convicciones; desmontando las sandeces negacionistas con cifras y no con ocurrencias…, en fin, nada nuevo en realidad: lo que llevaba haciendo toda la vida como profesora.