¿Quién pactará con quién y dónde? A solo una semana de la constitución de los ayuntamientos, hacer pronósticos es locura. No es que los observadores no sepamos qué va a pasar, es que los protagonistas a los que observamos tampoco parecen saberlo.

El PP no sabe si tendrá Presupuesto en Andalucía y eso le preocupa. Ciudadanos tampoco lo sabe, pero le da un poco igual. En cuanto a Vox, cabe decir esto: puede que sus dirigentes nacionales todavía no sepan si retirarán la enmienda a la totalidad al Presupuesto andaluz, pero es seguro que sus dirigentes regionales no lo saben y además no les importa no saberlo.

La bicoca

El escaso rédito obtenido con el pacto andaluz, con el riesgo cierto de ser acusado por los suyos de 'ultraderechita cobarde', ha forzado a Vox a clarificar y endurecer su estrategia: quien quiera algo de ellos tiene que sentarse a negociarlo... con ellos, no con el PP. 

El modelo andaluz ha sido una bicoca para PP y Ciudadanos, y Vox no piensa repetirlo en plazas políticamente cruciales como Madrid o en otras de importancia nada desdeñable como Jaén, Córdoba o Granada, donde sus votos son imprescindibles para frenar a la izquierda.

A Ciudadanos se le agota el tiempo para decidirse ante una encrucijada diabólica. Antes del próximo miércoles 12 tiene que decidir si deja caer el Presupuesto de Andalucía para 2019, y antes del sábado 15 si rectifica su política de pactos alcanzando acuerdos con el PSOE o se mantiene en el bloque de las derechas. En el primer caso incumpliría sus compromisos y en el segundo hipotecaría su futuro.

Camino de perdición

Rivera sabe que el PP es el principal interesado en convencer a Vox de que no lleve las cosas demasiado lejos para no poner en riesgo el objetivo patriótico de parar a las izquierdas. En Andalucía, los de Juanma Moreno se están empleando a fondo en ello para salvar los Presupuestos, pero sus interlocutores ultras no responden: están esperando órdenes de Madrid.

Ciudadanos se encuentra ante una alternativa trascendental: si se equivoca de camino puede ser su perdición. Optar por el bloque de las derechas puede significar poder para hoy y hambre para mañana; optar por un acercamiento selectivo al PSOE sería volver a empezar, abrazar de nuevo la transversalidad, resignarse a una posición subordinada de partido bisagra arrumbando la ambición de su líder de ser el primer partido de la derecha.

Los precedentes

Regresar a su vocación inicial de bisagra significa ser más relevante, pero más pequeño; apostar por el sorpasso equivale a ser más grande, pero menos identificable.

Un paso en falso y puede precipitarse en el abismo. Ya les sucedió a otros partidos de centro: el CDS y UPyD tenían un gran futuro por delante, pero acabaron siendo flor de un día. A partidos como el PSOE o el PP no los mata un error, por grave que este pueda ser, pero a Ciudadanos sí puede matarlo, como mató a sus precedentes centristas.

El hecho de PP y Vox ya hayan cerrado acuerdos para gobernar en una treintena de localidades donde no necesitan a Ciudadanos sugiere un cierto distanciamiento de los naranjas, pero en ningún caso una ruptura. La formación naranja repite una y otra vez que el PP es su socio preferente, pero, bien mirado, eso no significa demasiado: desde luego, no significa ‘con el PSOE ni muertos’, que es lo que Rivera decía en campaña y ha dejado de decir ahora.

La partida

Está por ver, en todo caso, si Vox se mantendrá firme en su exigencia de que Ciudadanos se retrate haciendo explícita su alianza con ellos. En Andalucía asumió el papelón de querida vergonzante a la que nadie presenta en sociedad ni invita a las fiestas: no piensa repetir el mismo error error en Castilla, Madrid, Córdoba o Granada. Pero sus antecedentes son los de un partido más bien bravucón y poco reflexivo.

Tres días antes de que se constituyan los ayuntamientos, el desenlace de la partida del Presupuesto andaluz dará pistas importantes. Rivera quiere hablar con Vox sin que se note. O no hablar con ellos sin que se enfaden. Justo todo lo contrario que pretende Vox: hablar y que lo sepa todo el mundo o no hablar y enfadarse para siempre.

Los ultras tienen mejores cartas y naranjas y populares lo saben. El único consuelo de estos es que los ultras también las tenían en diciembre y no supieron jugarlas.