Tras las reuniones bilaterales emprendidas por el Partido Popular para conformar mayorías conjuntas que faciliten la gobernabilidad en muchos emplazamientos fetiche de la derecha, Teodoro García Egea, secretario general y plenipotenciario enviado por Génova para negociar, dijo ante los medios que lucharía por ejercer como nexo entre Vox y Ciudadanos (su guerra fratricida pone en tela de juicio la consecución de acuerdos) y trataría de fomentar un espíritu propicio para abanderar los “Gobiernos de la libertad”.

Bendita libertad que permite que cada uno la ejerza en función de intereses clientelares. Un concepto abstracto, impalpable y voluble, pero cargado de un eco buenista y particular con el que poner la guinda a cualquier discurso. Aunque vaya en detrimento de la propia libertad, aunque abogue por establecer más cadenas, retroceder y levantar muros engalanados con banderas y odas patrias.

Una especie de libertad distópica donde lucir chalecos de caza se reciba entre vítores, defenderse del ladrón quitando el seguro de una Smith & Weeson y apuntando a matar se normalice, nadar hasta Gibraltar para colgar una gran rojigualda a riesgo de quedar en busca y captura sea motivo para sacar pecho, perseguir a los trabajadores que defienden los derechos feministas sea el objetivo y dentro del paradigma de la libertad de educación se vuelvan a potenciar cursos levíticos para que los vástagos españoles abandonen la idea de dejarse embaucar por el lobby LGTBIQ+. Que no decaiga: ¡Viva España!

La primera prueba de un poder equiparable es el cosechado en la Junta de Andalucía. Y la libertad ya se ha hecho notar, no quepa duda. Para criticar el sistema de salud, cargar contra profesores “no preparados”, repudiar al inmigrante y reducir impuestos a las rentas más altas. Y eso que la extrema derecha, al menos en términos teóricos y en búsqueda de mantener las apariencias, no está dentro de la mesa de negociación.

Pero todavía hay quienes lo defienden. Que todo sea por España y la lucha contra el soberanismo, aunque este tenga su eje vertebrador a 800 kilómetros de distancia. A pesar de que Andalucía se esté convirtiendo en moneda de cambio de las sedes madrileñas de los partidos, que miran al sur para mover sus fichas en función de la presión que puedan ejercer en el resto del mapa.

Teodoro García Egea ya tiene eslogan. Podría entonar, junto a sus socios, aquello de En la bandera de la libertad bordé el amor más grande de mi vida. Ah, no, que aquello era de Lorca. Otro gallo cantaría si hubiese pasado por terapia.