Si en el recuento de las izquierdas con nombre propio en Andalucía salen en estos momentos cuatro marcas –Partido Socialista, Izquierda Unida, Podemos y Adelante–, en el recuento del andalucismo también empiezan a ser legión las sensibilidades existentes tras la flamante incorporación del Partido Popular.

Incorporados ya a las huestes autonomistas, los populares pugnan por formar su propio batallón a la derecha de los milicianos izquierdistas que lucen la divisa blanquiverde, con el Partido Socialista en la franja nacionalista más templada antes de la llegada del PP y Adelante Andalucía y Andalucía Por Sí en la órbita del soberanismo

Sinceros o sobrevenidos, a los andalucistas de esta tercera década del siglo XXI les sucede lo que a aquellas columnas de la Guerra Civil en las que cada combatiente no solo lucía bien visible el estandarte de su partido o su sindicato, sino que cuando llegaba la hora de la batalla cada grupete hacía la guerra por su cuenta, más atento a conseguir laureles para sus siglas que a coordinarse con sus camaradas de armas para derrotar juntos al enemigo.

Sopa de siglas

La celebración del 4 de Diciembre, en conmemoración de las masivas manifestaciones de 1977 exigiendo una autonomía plena, nunca tuvo gran seguimiento popular porque su convocatoria solo la suscribían fuerzas minoritarias de izquierdas a las que no acompañaba el durante décadas hegemónico Partido Socialista, para el que la fecha verdaderamente trascendental en la historia autonómica siempre fue el 28 de Febrero. 

Tampoco  la manifestación de ayer en las calles de Sevilla tuvo un seguimiento significativo: apenas 500 personas según la Policía Nacional y hasta 5.000 según los convocantes. La policía, sea nacional o local, debería ser una fuente fiable en el recuento de manifestantes, pero no se ha ganado el derecho a serlo porque sus jefes políticos no han hecho nada para que lo sea.

Participaron la marcha representantes de Adelante Andalucía, Por Andalucía –que agrupa a IU, Más País y Podemos–, Iniciativa del Pueblo Andaluz, Alianza Verde, los sindicatos SAT y Ustea-Intersindical Andaluza, el colectivo Andalucía Viva y probablemente alguno más.

¡Viva Alejandro!

El otro extremo del espectro autonomista lo acaparaba el Gobierno del Partido Popular, con Juan Manuel Moreno al frente, que estrenaba un recién instaurado Día de la Bandera que pugnará desde ahora por arrebatar a las izquierdas el foco mediático del 4 de Diciembre. No le será difícil: cuenta para ello con el hecho mismo de estar gobernando, pero también con campañas institucionales de publicidad económicamente muy jugosas para unos medios siempre necesitados de mejorar sus cuentas de resultados.

El 4-D neoandalucista del Gobierno conservador consistió en un acto oficial en el palacio de San Telmo, donde Moreno compartió protagonismo con el cofundador del Partido Andalucista Alejandro Rojas Marcos, que a sus 82 años ha sido oportunamente resucitado por los estrategas populares, sumando así su nombre al del exministro de UCD ya fallecido Manuel Clavero Arévalo, de cuya herencia autonomista el PP se ha apropiado sin rubor ni complejos. 

Rojas Marcos solo puede estar encantado con su resurrección después de un cuarto de siglo políticamente enterrado en vida y olvidado por casi todo el mundo. Astutamente, Moreno ha sabido acordarse de él. Al igual que los emperadores de antaño necesitaban la unción del papa de Roma para ceñir legítimamente la corona, Moreno necesitaba la bendición del pope nacionalista para erigirse como legítimo paladín de la causa andaluza.

Premios socialistas 

Finalmente, los socialistas idearon su propio guion para no quedar invisibilizados entre los fastos pálidamente autonomistas de san Telmo y las proclamas soberanistas de la calle. A duras penas lo consiguieron.  

Se inventaron unos Premios 4-D, otorgados por la Fundación Andalucía, Socialismo y Democracia –antes Fundación Alfonso Perales: ¡qué feo estuvo cambiarle el nombre!– y que recibieron los sindicatos UGT y CCOO, la Asociación de Mujeres en Zona de Conflicto, el expresidente del Tribunal Constitucional Miguel Rodriguez Piñero y el periodista Iñaki Gabilondo, cuya generosa presencia en el acto celebrado en un centro cívico de Sevilla era en sí misma el mejor Premio 4-D para la fundación que los otorgaba.

Además de los galardones, la idea era rescatar al casi también octogenario Rafael Escuredo, presidente de la fundación y político decisivo que en los primeros 80 fue capaz de imprimir a la autonomía andaluza una velocidad de crucero que el jacobinismo de Felipe González y Alfonso Guerra soportaban mal; tal mal, que el pobre Escuredo, como aquel desventurado Lamberto al que cantaba José Antonio Labordeta, acabó con la cabeza en la mano.