En efecto, son pocos y algo sordos y están mal avenidos, aunque todavía -solo hay que darles tiempo- pueden ser menos, quedarse como una tapia y declararse formalmente una guerra que a día de hoy todavía es larvada.

Pocos porque son solo cinco, sordos porque no escuchan el clamor de sus votantes en favor de la unidad y mal avenidos porque la negociación de los puestos de salida en los comicios andaluces fue a cara de perro, porque la inscripción de la candidatura fue una descomunal chapuza y porque el resultado electoral difícilmente pudo ser peor.

Lo último de lo último ha sido la decisión de Izquierda Unida y Más País Andalucía de arrebatar el irrelevante puesto de vocal de la Mesa del Parlamento a la diputada de Podemos Alejandra Durán, un movimiento que la formación morada ha interpretado como un punto de inflexión en la marea de recelos, desconfianzas y mentiras en que viene ahogándose la coalición desde la noche electoral misma.

La jugada se produce además en una partida en la que Podemos tiene las peores cartas porque la banca está en manos de Izquierda Unida, que es la titular de los casi 700.000 euros anuales que le corresponden a la coalición en función de los cinco escaños obtenidos el 19-J: tres de ellos los ocupan militantes de Podemos, una es de Izquierda Unida y otra de Más País. Difícil saber quién diablos manda ahí.

La ruptura de la coalición en Andalucía tendrá efectos en la configuración de la plataforma Sumar que viene impulsando la vicepresidenta del Gobierno Yolanda Díaz, pero a su vez el propio anuncio de Díaz de conformar dicha plataforma afectó muy negativamente a la configuración de la candidatura electoral andaluza: semanas antes de las elecciones quedaba evidenciado el distanciamiento entre Yolanda Díaz, por una parte, y el exvicepresidente y fundador de Podemos Pablo Iglesias y quienes representan a Podemos en el Gobierno de España (Ione Belarra e Irene Montero) y en el Congreso (Pablo Echenique), por otra.

La situación es cuanto menos paradójica: pese a ser un valor en alza y la mejor baza electoral de la izquierda no socialista, Yolanda Díaz está condenada al fracaso si no recompone relaciones con Podemos; una candidatura morada distinta de la que presentara Sumar sería letal para ambos, como lo fue en Andalucía la presentación de dos listas, la de Por Andalucía que lideraba Inmaculada Nieto y la encabezada por Teresa Rodríguez.

El historial de rupturas en la denominada izquierda transformadora es difícil de superar. Podemos acumula escisiones por su izquierda y por su derecha: Íñigo Errejón y su Más País fueron la escisión por la derecha y Teresa Rodríguez y su Adelante Andalucía fueron la escisión por la izquierda. Solo les falta una escisión por el centro, pero mejor, en todo caso, no intentar averiguar por qué Íñigo Errejón sería más derechas que Pablo Iglesias y Teresa Rodríguez más de izquierdas Inmaculada Nieto, que las escisiones en la izquierda siempre empiezan por averiguaciones de ese tipo.

Más allá de la forma jurídico-política que finalmente adopte Sumar, Yolanda Díaz parece tener hoy su parte al PCE, a Izquierda Unida y a Más País, pero necesita a Podemos, del mismo modo que Podemos la necesita a ella. Ahora bien, la evolución política de Yolanda se parece mucho más a la de Íñigo que a la de Teresa. La vicepresidenta tercera del Gobierno encarna hoy por hoy una suerte de socialdemocracia radical o de nuevo cuño pero, en todo caso, no distinta en lo sustancial de la clásica encarnada por el Partido Socialista. En la presentación del partido en Andalucía, Esperanza Gómez, hoy parlamentaria de Más País en el marco de la coalición Por Andalucía, recalcó explícitamente que ella y su partido se situaban en la órbita de la socialdemocracia, un espacio político con el que nunca se identificarían Iglesias o Belarra. Las discrepancias no son pues meras peleítas de cargos y de poder: también tienen un calado ideológico importante.

En todo caso, Por Andalucía es ya un juguete roto que será muy difícil recomponer. Solo cabe intentar que sus pedazos no se dispersen o, en el mejor de los casos, volver a pegarlos para que, al menos de cara a la galería y a los votantes, el juguete parezca menos roto de lo que está.