Uno de los movimientos tácticos más inteligentes del actual Gobierno andaluz en el marco de la denominada ‘guerra cultural’ ha sido la apropiación indebida y sin complejos de la figura de Manuel Clavero Arévalo: “apropiación” porque la operación da a entender falsamente que Clavero militó en las filas de Alianza Popular y no en las de la UCD e “indebida y sin complejos” porque los más acérrimos enemigos del ministro de Adolfo Suárez fueron las derechas entonces lideradas por Manuel Fraga y de las que el Partido Popular es heredero directo e inequívoco.

“Si Blas Infante es el padre de la patria andaluza, Manuel Clavero es el padre de la Andalucía moderna”. Incluida por el presidente andaluz en discursos y artículos, la frase resume como pocas el espíritu de una apropiación cuya principal virtud a efectos de lucha política es haber dejado fuera de la construcción de la Andalucía moderna al partido que ha gobernado la comunidad durante las últimas cuatro décadas.

La operación de márketing político-cultural se complementó con meditadas decisiones de gran valor simbólico como la creación de la Medalla Manuel Clavero o la denominación de la sala de reuniones del Consejo de Gobierno con el nombre del exministro, fallecido en junio del año pasado.

Su dimisión en 1980 como ministro de Cultura otorgó una valiosa legitimidad institucional a las aspiraciones de la izquierda y de la ciudadanía de a pie a favor de la autonomía plena para Andalucía: la misma autonomía plena que rechazaban frontalmente las derechas. Las movilizaciones masivas por una autonomía de primera datan del 4 de diciembre de 1977, mucho antes, pues, de la dimisión de Clavero, si bien el audaz movimiento de éste contribuyó a acelerar una locomotora que ya circulaba a buena velocidad desde hacía muchos meses.

Pero es que si el PP de Moreno se pretendiera heredero no de AP sino de la UCD, tampoco le saldrían las cuentas: el Gobierno de Suárez convocó a rastras el referéndum del 28 de Febrero de 1980 para luego pedir a los andaluces… la abstención o el voto en blanco.

En realidad, el verdadero padre de la Andalucía moderna no es Clavero Arévalo sino el Partido Socialista. Si hubiera gobernado otra formación tal vez habría conseguido los mismos éxitos, pero quien lo hizo ininterrumpidamente fue el PSOE: en concreto el PSOE de Plácido Fernández Viagas, Rafael Escuredo, José Rodríguez de la Borbolla, Manuel Chaves, José Antonio Griñán y Susana Díaz, que son las personas que han ocupado la Presidencia preautonómica o autonómica de la Junta de Andalucía desde 1978 hasta 2018.

Conmocionado por la sorpresiva pérdida del poder, avergonzado por los dirigentes puteros de la FAFFE y acomplejado por la devastadora sentencia de los ERE, el Partido Socialista de Juan Espadas lo intenta pero todavía no ha conseguido salir del hoyo. Como el ángel de la historia glosado por Benjamin a partir del cuadro de Klee 'Angelus Novus', el PSOE andaluz se ve arrastrado hacia el futuro por las tempestades procedentes del pasado “mientras el cúmulo de ruinas ante él va creciendo hasta el cielo”.

Aunque las estadísticas de los últimos cuarenta años certifican sin ningún género de dudas que la modernización efectiva de Andalucía ha sido obra de los sucesivos gobiernos socialistas, el discurso hoy hegemónico sobre tan exitosa etapa es que los socialistas dedicaron esos años al saqueo de las arcas públicas, el despilfarro de los fondos de los parados o el clientelismo propio de una república bananera.

A ninguna de esas acusaciones contesta debidamente hoy un Partido Socialista que ni siquiera ha salido en defensa de Chaves y Griñán, humillados y ofendidos por Vox en ese autobús de la infamia que reproduce sus caras a tamaño gigante bajo el injurioso lema ‘Devolved lo robado’.

Como ha documentado en más de un artículo el profesor Manuel Pérez Yruela, “el cambio y la modernización social y económica de Andalucía es un hecho que salta a la vista con sólo mirar alrededor, un cambio que ha dejado definitivamente atrás una situación de atraso, subdesarrollo y singularidad cultural (…) Andalucía ha dejado de ser diferente para convertirse en una región que se parece a la mayor parte de las otras regiones españolas y europeas de su entorno, con las que comparte problemas similares (…) El caso andaluz constituye un ejemplo singular de cambio social, cultural y económico, porque ha sido un proceso acelerado que, aun habiéndose producido en su conjunto en un período amplio que puede estimarse en algo más de medio siglo, las fases más importantes se han concentrado en poco más de dos décadas”.

Se podrá pensar que la ciencia y las conclusiones de Pérez Yruela están bajo sospecha porque su autor formó parte del primer Gobierno de José Antonio Griñán. Pensar tal cosa es desconocer absolutamente la honestidad y el rigor con que investiga el sociólogo cordobés. De hecho, sus conclusiones no andan muy lejos de las sostenidas por el catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Sevilla, Juan Torres, muy crítico con muchas decisiones de los socialistas andaluces:

"Parece mentira –escribe Torres en un artículo en La Voz del Sur– que un partido que puede con todo derecho presentarse como el que lideró los años en que se produjo la mayor transformación de la historia andaluza no sea capaz de enfrentarse a sí mismo para separar el grano de la paja. Callando, otorga a quienes se empeñan en mentir para hacer creer que el caso fue la categoría, y que los miles de socialistas honrados que no han dejado ni un minuto de trabajar por el bien de Andalucía son ladrones y chorizos”.