Leyendo los titulares de estas últimas semanas sobre la regularización de los interinos, parecía que era un problema de ellos, del más de medio millón de empleados públicos temporales que el Gobierno se comprometía a convertir en fijos. Pero, una vez convalidado el decreto-ley en el Parlamento, la lectura detenida de los datos descubre que el problema es mayoritariamente de ellas, las interinas que son el 75% (354.000), y menos de ellos (120.000). Casi tres de cada cuatro empleos temporales son femeninos. 

No desglosar las estadísticas y los datos por sexos contribuye a perpetuar el sexismo, a ocultar la realidad y a adoptar decisiones erróneas. Detrás de este ejemplo y de muchos otros, como veremos, está el olvido sistemático de las mujeres, la mitad de la población del planeta y de cada país. 

Se ha visto que con los efectos adversos de las vacunas contra el coronavirus, el 83% de las comunicaciones sobre Pfizer corresponden a mujeres, el 84% en el caso de Moderna y el 75% en las de Astra-Zeneca. Para Carme Valls Llobet, autora del libro Mujeres invisibles para la medicina (editado por Capitán Swing), el problema se debe a que muchos de los fármacos sólo han sido probados en hombres. En la experimentación con animales tampoco se diferencia por sexos, Valls señaló en mayo último: "Cuando se inventa un fármaco cardiovascular, el 75% de la investigación se realiza con ratas macho, y solo un 4% con ratas macho y hembra, y con ratas hembra, un 2,5%."

El desglose por sexo es fundamental para una comprensión adecuada y equilibrada de la realidad. Han muerto más hombres que mujeres a causa de la Covid, pero tuvieron que pasar muchos meses para que se empezaran a conocer los datos de la afectación por sexos. En las facultades de Medicina tampoco se estudia la ciencia de la diferencia porque se cree que las enfermedades afectan igual a hombres y mujeres, pese a que ya hay una amplísima evidencia científica de lo contrario.

La reivindicación de la lucha contra el sexismo tropieza en la actualidad con la apuesta involucionista de la ultraderecha en España y en todo el planeta. Sin irnos muy lejos, el Parlamento andaluz aprobó en mayo una moción de Vox, que contó con los votos del PP y Cs, que instaba a la Junta a "impulsar la supervisión de los libros de texto y los materiales complementarios con el objeto de eliminar el llamado 'lenguaje inclusivo', que suponga desdoblamiento de términos masculinos y femeninos, de todos los libros de texto oficiales publicados Andalucía". Ya lo dijo George Steiner, “lo que no se nombra no existe”, y visibilizar a las mujeres desde la infancia es una manera de educar contra el machismo, aún más con la grave pandemia que es la violencia de género. 

La Unión Europea aprobó hace 20 años incorporar la perspectiva de género en las políticas generales para conocer el impacto en la parte femenina y corregir los posibles efectos. Consiste en evaluar acuerdos y toda la producción legislativa con este enfoque, y que en su elaboración se tengan en cuenta también las experiencias de las mujeres. Resulta fundamental y es imprescindible, pues determina la eficacia o el fracaso de políticas que caen en estos olvidos. Por eso fue descorazonador que, después de décadas de analizar las políticas andaluzas con esta perspectiva, el Gobierno andaluz cediera a evaluarlas para ver si la suprimen después de que Vox se lo exigiera a cambio de apoyar unos presupuestos. No se sabe en qué ha quedado, pero cualquier día nos encontramos con que ya no existe, y damos otra vez mil pasos atrás.